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Palop lidera la reconquista de Europa
El Sevilla repite título al parar su guardameta tres penaltis a un inmenso Espanyol 19 años después volvió a quedarse a las puertas del título
«¡Palop, Palop, Palop!». El guardameta valenciano, nuevo rey de Europa, cerró con tres penaltis detenidos en la final de la UEFA el histórico guión que abrió cuando, a lo Santillana, salvó al Sevilla de la hecatombe en Donetsk. Fue el héroe de la final y, al adivinar la intención de Luis García, Jónatas y Torrejón, brindó a su gente el segundo título consecutivo. Sevilla sigue de fiesta permanente y el Espanyol, como ya le ocurrió hace 19 años en Leverkusen, lloró de amargura. Fue un rival inmenso que tuvo la capacidad de levantarse dos veces de la lona y que jugó con uno menos durante casi una hora. Además de Palop, la expulsión de Moisés marcó la noche. Fue un duelo intenso, vibrante, repleto de alternativas y bajó una lluvia persistente. Una final de contrastes y contradicciones, con una lección magistral de las dos aficiones, en el que un Espanyol hambriento de éxito fue mejor muchos minutos y forzó los penaltis cuando mostraba síntomas de agotamiento. En el día decisivo, el Txingurri apostó por su equipo tipo, el que estaba cantado. Ni siquiera pensó como titular en Pandiani, pese a ser el pichichi de la competición y endosarle tres chicharros al Madrid en el Bernabéu. Sobre la pizarra, sólo un medio de contención, dos extremos y dos delanteros rápidos y listos, asistidos por El Pelao. Un síntoma de seguridad, confianza y valentía que sufrió un giro de 180º tras la expulsión de Moisés. Juande, en cambio, rota cada día y tiene tanto donde elegir que quizá por eso alberga más dudas. Esta vez, redujo su potencial ofensivo en la banda derecha al prescindir del escurridizo Navas y quiso potenciar el centro del campo con Martí, junto a Poulsen y Maresca, tres medios puros. Barruntó que había que frenar a De la Peña y, sobre todo, tapar el inmenso hueco que suele dejar Dani Alves cuando sube, fiel a la tradición del lateral brasileño. Argumentos no le faltaban, pero el desarrollo del juego no le dio la razón, ya que el gol que supuso el empate a uno vino por ese lado. Aceptó su error y en la reanudación cambió el planteamiento. La partida de ajedrez bajo la persistente lluvia fina de Glasgow estaba servida. El duelo discurría equilibrado y nadie se distraía ni perdía la posición. Todos estaban frescos, sabían lo que se hacían, mantenían las líneas muy juntitas. El Sevilla dominaba algo más. Cumplía el guión, ya que es el campeón y sus jugadores son de mayor rango. Palop, el héroe de Donetsk con ese cabezazo a lo Santillana, atajó un balón, corrió como un poseso y sacó fortísimo con la mano hacia la banda izquierda. Allí, Adriano cogió la moto, superó al único zaguero que le salió al paso y cruzó ante la tímida salida de Gorka. Un contragolpe casi de balonmano que evidenció la inocencia del Espanyol, con una defensa joven y repleta de canteranos. La final hablaba andaluz. Por uno de esos detalles decisivos que marcan la diferencia. Pero quedaba una hora de partido y el Espanyol tenía hambre de gloria. No estaba dispuesto a rendirse tan fácil. Los de Juande se vieron superiores y, por un momento, se relajaron. En otra jugada tonta, sólo diez minutos después, el rival les castigó con el empate. Riera evidenció que Alves ataca de maravilla pero defiende mal, y firmó el empate con un disparo desde la frontal. Como rectificar es de sabios, Juande sólo esperó al descanso para recurrir a Navas y retirar al desorientado Maresca. Pero el Espanyol aparecía fortalecido tras verse con el agua al cuello. Enseguida, Valverde lanzó otro mensaje de ganador. Metió pólvora con El Rifle y retiró a Rufete. El Sevilla estaba muy tocado cuando Moisés se pasó de frenada, vio la segunda amarilla en una acción en la que tocó balón y pierna. Todos los planes del 'Txingurri' se fueron al traste. Le entró el miedo en el cuerpo. Se tuvo que ir Tamudo, un seguro de vida en este tipo de partidos, y entrar Lacruz. Al Espanyol sólo le quedaba resistir y esperar un milagro, más aún cuando Kanouté marcaba en la prórroga. A cinco del final llegó el disparo de Jónatas que dejó heridos de muerte a los hispalenses. Les rescató Palop. La Copa de la Uefa volvió a ser cruel con el Espanyol, 19 años después de que el equipo catalán perdiese la final ante el Bayer Leverskusen en la tanda de penaltis, y cerró el camino del éxito al grupo de Ernesto Valverde, roto sobre el césped de Hampden Park cuando Palop detuvo el penalti decisivo. Se resistió a perder el Espanyol hasta el último suspiro, cuando la lotería de los once metros le dio la espalda. Resignados a repetir la historia, los jugadores del Espanyol afrontaron la tanda como un premio añadido. Al fin y al cabo, fueron por detrás en el marcador durante todo el partido y con un jugador menos durante unos cuantos minutos. Había llegado a Glasgow el Espanyol con una estadística impecable, invicto en sus 14 partidos, y siempre podrá alegar que ni siquiera perdió la final.