Fútbol | Campeones de la Uefa
Sevilla se rinde a sus héroes
La Copa de la Uefa «vuelve a casa» entre el fervor de miles de aficionados agolpados en el recorrido del equipo por el Guadalquivir
«Nos están acostumbrando mal, con tant a copa nos van a emborrachar». Miles de aficionados sevillistas, algunos recién llegados de Glasgow, se echaron ayer a las calles del centro de la capital hispalense para celebrar con la plantilla el triunfo en la competición europea por segundo año consecutivo al grito de: «La copa vuelve a casa». Al igual que ocurriera el pasado año, la comitiva blanquirroja llegó con retraso a Sevilla, y hasta las 19.00 horas no comenzó el baño de multitudes. En ese momento, los futbolistas y técnicos del Sevilla se montaron en el autobús descubierto, decorado con el escudo del equipo e imágenes de la plantilla y de la junta directiva para recorrer, agitando bufandas del club, la decena de kilómetros que separan el aeropuerto de San Pablo del muelle situado junto al Puente del Quinto Centenario. Allí, la expedición montó en uno de los barcos turísticos para recorrer el cauce del Guadalquivir hasta la emblemática Torre del Oro. La embarcación estaba decorada con una enorme foto del capitán, Javi Navarro, alzando el trofeo y la leyenda «Bicampeón de la Uefa, seguimos luchando. La Copa vuelve a casa». El catamarán fue escoltado en todo momento por numerosas barcazas y patinetes acuáticos ocupados por sevillistas, vestidos en su mayoría con atuendos en blanco y rojo. En principio estaba previsto que la embarcación, pintada de blanco, llegase hasta la Isla de la Cartuja, para que los aficionados de toda la ciudad pudieran acompañar a su equipo desde la orilla -unos 15 kilómetros- o desde los diversos puentes, pero el retraso del vuelo provocó que el trayecto se redujese a la mitad. Desde la Torre del Oro, donde fueron recibidos al son de «¡Sí, sí, sí, la Copa ya está aquí!», y rodeados en todo momento de los seguidores que portaban banderas del centenario y bufandas del club, los jugadores montaron en el autobús para desplazarse hasta la Catedral, en pleno centro de la capital hispalense, donde ofrecieron el trofeo a la patrona de la ciudad, la Virgen de los Reyes. A continuación, tanto la plantilla como la junta directiva acudió al cercano Ayuntamiento, donde desde los balcones el presidente del club, José María del Nido, se dirigió a la afición que llevaba horas esperando en la Plaza de San Francisco y soportando más de 30 grados de temperatura. Lo que mejor llevaban eran algunas miradas de envidia de los grandes rivales, los béticos, que pasaban por la zona. Al grito de «¡Vamos mi Sevilla!» o «¡Sevillista seré hasta la muerte!», corearon sin parar el nombre de todos los jugadores, siendo el más aclamado el portero Palop, la gran estrella de la final ante el Espanyol. El acto grande con los aficionados, sin embargo, se reservó para las puertas del Estadio Ramón Sánchez Pizjuán. Y ahí fue la apoteosis.