DESDE LA GRADA
Una temporada para la historia
EL GUIONISTA anónimo que dirige la historia del fútbol con una mano mucho, pero que mucho más sublime que el Hisckot más impredecible, quiso el domingo que en el Toralín se representase una escena aún más genial. Una pirueta tan extravagante, tal vez, como genial. La afición de verdad -faltaban unos mil o mil quinientos advenedizos- elevó hasta el paroxismo su nivel de grandeza. Se entregó con renovada ilusión a los jugadores que nos han descendido a 2ª B, profetizó la vuelta a Segunda en cuestión de un año y reclamó la continuidad del presidente en una despedida en la que como en los entierros de algunas congregaciones religiosas se festeja el óbito como una boda. La afición de verdad de la Deportiva desplegó una inteligencia y una madurez muy por encima de su demostrada entrega enfervorizada por los colores blanquiazules. El comportamiento exhibido en el adiós viene a poner la firma de oro a un año histórico para la entidad, que no debe ser entendido de otro modo salvo para los histriones que ya en la pretemporada creyeron adivinar un camino de rosas. Los que confundieron al hermano de Etoo con el mismísimo Samuel o los que leyeron en los posos de la victoria en el triangular con el Castilla y el empate con el Valladolid un signo incuestionable de que este equipo estaba listo para tocar la gloria. La gloria, sin embargo, era la propia Segunda División. Jornadas maravillosas para los amantes del fútbol, aunque desde el punto de vista estrictamente estético no hubiera demasiados episodios de belleza autóctona con los que deleitarse. Ha sido un regalo extraordinario para el espíritu, sobre todo para quienes han pasado años arrastrando decepciones por Fuentesnuevas y aún por Santas Martas, penando en fases de ascenso hacia el purgatorio y planchando las nalgas en el hormigón o en el pasto de Los Juncos y hasta del Campón. Por eso la hinchada de verdad ha terminado rindiendo pleitesía a los protagonistas mas directos de esa conquista, de esa gesta que ojalá como pronostican los más confesos y optimistas se vea pronto acompañada por otra similar en las reseñas de la historia blanquiazul. Sin caer en el resultadismo por la ficticia victoria ante el Hércules, en la autocomplacencia frente a todo lo mal hecho antes y durante la temporada, y en la fe ciega frente a la autocrítica, en esta hora sólo cabe rendir honores a nombres y hombres como Fran, Rubén Vega, Bornes o Rubio como estandartes de una plantilla que hace un año logró emocionar y llenar de orgullo a una ciudad y a toda una comarca; y también a un presidente, José Silvano, que puede ser malentendido si abandona en estos momentos el cargo, pero que desde luego es el único dirigente que puede permitirse ese lujo porque él es parte capital y privilegiada del milagro de Alicante. Y ni siquiera puede o debe olvidarse a Pichi.