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«En León hace falta escuela»

El luchador Nacho de Matadeón, siete veces finalista en Campeonato Provincial, repasa cuál ha sido su trayectoria en los últimos años y como se vivía entonces este deporte

El luchador leonés Nacho de Matadeón ha estado presente en siete finales provinciales

El luchador leonés Nacho de Matadeón ha estado presente en siete finales provinciales

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A. Bardal - león
León

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El Campeonato Provincial de Lucha Leonesa nace en 1931, encumbrando al «Sastrín de Rucayo» y, con algunas interrupciones, como las obligadas por la Guerra Civil, se ha venido celebrando desde entonces hasta la presente 64 edición. Es, pues, una de las más antiguas competiciones deportivas en vigor en toda España. En tan amplia historia escribieron su nombre muchos de los más grandes del Aluche, algunos de forma destacada en repetidas ocasiones, como «El Mago» de Villaquilambre, Felipe León (12), «Cayuso» y «Nardi» el de Villarmún (8) o «El Divino» de Campohermoso, Héctor García Robles (ya 9, y en vigencia). Uno de estos destacados, indudablemente, ha sido Ernesto Díez, que se conociera como «El Tabique» y se consagrara como «El Viejo Profesor» de Argovejo. Nueve fueron las hebillas de plata que ciñeron sus cintos de Campeón. En su Historia de los Campeonatos Provinciales, Fulgencio Fernández señala: Los nueve provinciales de Ernesto se cuentan fácil pues en siete de las finales se midió precisamente a Luis Ignacio Álvarez Gallego, Nacho el de Matadeón, seguramente uno de los hombres con más méritos para estar en el palmarés del Provincial, después de luchar siete finales, y, sin embargo,¿ «Pues fueron muchas finales con Ernesto, fueron muchos corros, pero¿Sí gané el Campeón de Campeones 2 años, la Liga¿La verdad es que no le dábamos tanta importancia al Provincial. Había otros que considerábamos importantes, como el de San Juan en León. Aquellos combates perdidos en el último momento¿Lo sabrá mejor Ernesto, que los ganó. Sí recuerdo que el primer Provincial lo luché con 15 años en el recién inaugurado Mercado de Ganados». Para Luis Ignacio, a diferencia de lo que hoy ocurre, había entonces muchos luchadores y más competitividad, podía ganar cualquiera, al menos de 5 destacados. Al igual que él, algunos de aquellos grandes tampoco alcanzaron el Provincial «Tan buenos como los campeones que sí tuvieron título, Agustín y Chencho Escanciano, Felipe Suárez Tascón el de Campohermoso, Getino, «El Turbo»¿¡Aunque éste nunca me tiró!». Su origen en el sur leonés, en comarca no aluchera, resaltaba especialmente la figura del de Matadeón «Allí no había Lucha, es tierra de pelota, y aunque se sabía de Felipe, de Cayo, de los Molineros, no se recordaba a ningún luchador local. Yo llegué a la Lucha, por las escuelas Deportivas, en el sótano del Palacio de Deportes, donde nos entrenaban Toño el de Santibáñez y su hermano. Conmigo empezaron Satur, Fernando Getino, pero cuando me daban vacaciones y volvía al pueblo, no tenía con quién agarrarme, ¿estás loco?, me decían. Me quedaba frío». Igualmente singular fue la deriva que la práctica de la Lucha obró en Luis Ignacio: «Ahora muchos luchadores llegan a la leonesa desde otras prácticas, como el judo. Lo mío fue al revés, de la lucha al judo. Yo quería hacer lucha, deporte de lucha, y ya sabes cómo se entrena aquí¿si te gusta la lucha¿todo es Lucha. Ahí llegue con Fernando Viñuela, en una exhibición con Juan Hidalgo, con «El Rápido», en el Gimnasio Gémina. Y en buena hora me enganché. No sé por qué el judo puede ser para toda la vida, mientras el aluche se queda para unos años. Lo que tengo claro es que nunca me he retirado: seré siempre luchador». Y mirando alrededor, hacia aquel entorno de la gran lucha, Nacho advierte un cierto aire de abandono: «No todos los luchadores siguen haciendo deporte: dejan de entrenar, suben de peso ¿Cómo puedes dejar de entrenar, de agarrarte, de pasarlo bien? Me quito el sombrero ante Satur; siempre ha estado ahí, ¡y cómo aprieta!». Un mal endémico El entrenamiento, la no constancia en la práctica, es uno de los males endémicos del más tradicional de los deportes leoneses: «La lucha está aburrida. Hay caídas, pero no hay rivalidad ¿Cuándo un luchador ganaba todos los corros como hoy Héctor? Cuando yo estaba ganabas 2 ó 3, ¡al cuarto te mordían!. Lo que Héctor haga lo puede hacer quien entrene tanto como él. Se compite sin entrenar, no hay hábito de entrenamiento. Hay luchadores, pero no deportistas». Y no se entiende el esfuerzo necesario como una imposición espartana: «Yo me lo pasaba pipa luchando con Juanito, Óscar,¿Tirar al que te había enseñado, ¡era grande!» El ansia de regeneración, como en lo social, como en la vida, también en la Lucha, demanda el más básico principio: la escuela. «No hay escuela de lucha. Se nos van los buenos y perdemos lo que sabían: Eutiquiano Urdiales, Felipe, Cayo,¿¿A quién han podido enseñar ellos?» Autocomplacencia La tradición y el reconocimiento de las grandes ocasiones, las memorables, como lo es el provincial, tiene todo su interés y valor, pero no puede dejarnos en un grado de autocomplacencia que no sería lo mejor y necesario para la lucha. «Todos los corros de campeonato están bien, pero hace falta escuela, que los padres lleven a los niños, que la gente entrene, que hagan deporte¿Mis hijos hacen judo sin que supieran que yo lo hacía. Alguien les llevó un vídeo al colegio y se engancharon. ¡Imagina cuando se enteraron que su padre era cinturón negro!». Es mucho lo que la leonesa puede y debe aprender, y aprehender, de disciplinas luchísticas ya olímpicas, como el judo: «La Lucha podría ocupar ese mismo espacio, si tuviésemos la misma base, estructura. Nadie quiere cargarse la Lucha, pero nadie la sube. Habrá expansión si se hace de la lucha un deporte, y un deporte no minoritario», o de otra de similar carácter tradicional, como la Canaria, «para mí un luchador pesado no tiene que ser plomizo, me parecen envidiables los canarios como Emilín, o Toro, al que vimos en las Luchas Celtas sacando a sus rivales por encima de la cabeza». Cuando se hace balance de los días de lucha, y Campeonato, quien no tuvo la fortuna de ser honrado con el más que merecido título sí puede exhibir la gratificación que da el provechoso paso por la gran escuela: «Has dejado 15 años ahí y te quedan amigos, sensación de haberlo pasado bien y recuerdos de tardes y noches guapas por la Provincia, con hasta tres corros en un día, como en el de Santiago: Trobajo, El Gamonal de Lodares, en la tierra ahogada por el Porma y Puebla de Lillo, ¡y llegando a la final en los tres!». Lo aprendido es deuda con los que siguen, con todos los que podrán hacerse, hacer grande la lucha, en la escuela de campeones.

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