Fútbol | El ambiente
La afición apuró el último sorboLa ausencia de Piterman y la escasa afluencia de espectadores evitaronincidentes a la conclusión del choque
Unos cuatrocientos devotos blanquiazules sorprendieron al público de Mendizorroza
La afición de la Ponferradina volvió a dejar constancia de su cariño hacia los colores con su presencia ayer en el estadio alavesista. Como además se da la curiosa circunstancia de que el grueso de los seguidores locales tardaron un cuarto de hora en hacer su entrada en las instalaciones, en el primer tramo del encuentro los cánticos de los bercianos se hicieron mucho más audibles y resultaba impresionante escucharles en un recinto en el que la acústica está muy bien cuidada. El caso es que los escasos seguidores alavesistas e incluso los compañeros de los medios de comunicación locales, se quedaron anonadados observando tanto el número de aficionados bercianos como su comportamiento durante el encuentro, sin dejar de animar ni un solo instante a los suyos, pese a que los puntos carecían de valor práctica y sólo se trataba de una cuestión moral. Con su aliento, los incondicionales ponferradinos quisieron demostrar que la próxima temporada van a seguir poniendo «toda la carne en el asador» para que los jugadores de la Deportiva se sientan arropados allá por donde vayan. Es cierto que lo importante es lo que después hagan los futbolistas sobre la hierba, pero no cabe duda que con este respaldo la Ponferradina tendrá mucho ganado en su afán por recuperar la plaza que acaba de perder en Segunda División. Para empezar, entonaron con solemnidad el «A Ponferrada me voy» cuyo espectacular final fue acompañado por las palmas del público vitoriano que encontraba distracción en la grada a falta de emociones sobre el terreno de juego. No faltaron las alusiones al «eterno rival», pensando ya en lo que se avecina. Hubo solidaridad con la afición local en sus ataques a Piterman y hasta lo hicieron con gracia: «Dmitry no te quedes, vete a la Cultural; Dmitry no te quedes, vete a la Cultural, la ra la la la...». En sus alocuciones hacia el todavía dueño del Deportivo Alavés, entonaron el «Dmitry escoria, fuera de Vitoria» que curiosamente luego fue coreado por el resto de la afición alavesista. A los clásicos «se nota, se siente, El Bierzo está presente» y «que bote, que bote, que bote El Toralín», se unieron referencias a algunos futbolistas especialmente queridos, destacando el apoyo a Nacho: «Nacho quedaté, Nacho quedaté,.... Nacho quedaté...» El Deportivo Alavés ha conocido sus momentos más gloriosos en los primeros compases del siglo actual. La escuadra vitoriana vivió muchos años en las categorías secundarias del fútbol español, pero la historia le reservaba una gloria que llegó a acariciar con la punta de sus dedos. Todavía resulta emocionante ver aquella foto de la final de la Copa de la UEFA que los vascos disputaron ante el Liverpool inglés. Fue un partido trepidante que terminó con muchos goles, pero se saldó con derrota para el representante español. José Manuel Esnal «Mané» formó un bloque añorado por la afición alavesista que soñaba con reeditar aquellos tiempos. Sin embargo, por esas cosas de la vida, el futuro ha sido muy cruel con los alaveses. La llegada a la presidencia del Consejo de Administración de Dmitry Piterman ha truncado la ilusión de mucha gente en Vitoria, que suspira por la marcha del dirigente y propietario de una entidad que merece otra cosa. Día tras día, jornada tras jornada, Mendizorroza es la válvula de escape donde la sufrida afición vitoriana puede manifestar su indignación contra la tiranía que está ejerciendo Dmitry. Le piden que se vaya, pero el final de su etapa no termina de llegar. Ahora parece que por fin, cansado de ver cómo tiene a todo el mundo en su contra, tanto jugadores como público y medios de comunicación, Piterman parece dispuesto a vender sus acciones y marcharse de Vitoria. Eso no evitó que ayer la afición local entrara en su mayor parte, quince minutos después de iniciado el choque. Se repitieron los cánticos y las protestas contra un Dmitry ausente, por lo que pudiera suceder. Todo fue mejor así. La Ertantza, que otros domingos tuvo que trabajar duro para proteger al presidente, ayer se felicitaba de ver que los únicos que se agolpaban en la salida de jugadores eran los aficionados de la Ponferradina. Todo acabó en paz.