Diario de León

Beckham o la confusión de un equipo 30 veces campeón

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I. Tylko - madrid
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«Beckham no va a jugar más. Su decisión es irse a Los Ángeles y un jugador que tiene un contrato tan importante con otro club no puede competir con nosotros. No vamos a contar más con él». Desde que Capello dio por finiquitada la etapa madridista del icono inglés en enero, resulta que el ex del Manchester se convirtió en el gran sostén blanco. Un gol, seis asistencias fundamentales y, lo que es más importante, un faro en el que todos sus compañeros se guiaron. Cuando el Madrid sufría, bastaba un centro de Beckham para que los rivales temblaran. Ciertamente, la trayectoria del inglés ejemplifica la confusión vivida por el Madrid. Una contradicción que también sufrieron y disfrutaron colegas como Helguera, Guti, Robinho, Reyes, el protagonista del arreón final, y hasta Cassano. Todos ellos fueron ignorados por Capello, pero en algún momento del curso resultaron providenciales. De menospreciado a salvador Cuando firmó por los Galaxy en diciembre, Beckham se sentía menospreciado por Capello y creía que no jugaría más en el Madrid. El italiano propagaba en del club la idea de que era más marketing que futbolista, más hombre anuncio que profesional del balón. Había salido de titular en cinco de las 16 primeras jornadas y en esas citas el Madrid acumuló tres derrotas, un empate y un triunfo. En Navidades, los rectores del Real Madrid se creyeron a pies juntillas los argumentos del entrenador y echaron más porquería sobre el galáctico por antonomasia de la gestión florentiniana . No pusieron toda la carne en el asador para renovar al inglés, le dejaron buscarse la vida en Hollywood y hasta el presidente Calderón se fue de la lengua durante un discurso en la Universidad Complutense en el que calificó a Beckham de «medio actor». Con el inglés postergado llegaron las lesiones y Capello no tuvo más remedio que hacer de tripas corazón, tragarse sus palabras y echar mano del inglés. «Rectificar es de sabios», dijo. Desde entonces, el inglés se mostró como un profesional ejemplar del que disfrutó la grada, entregada definitivamente a él tras su reciente exhibición ante el Deportivo. Acabado el duelo, desnudó su torso, brindó su camiseta a los Ultras Sur y se marchó sin abrir la boca. Herido en su orgullo, sacó la mejor de sí cuando ni se hablaba con el presidente y apenas se relacionaba con Capello. Deja en el Madrid la idea de que su fichaje por Los Ángeles fue precipitado.

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