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| Fútbol | El deporte rey engancha hasta en verano |

A los nostálgicos les queda Messi

El astro argentino deslumbra en la Copa América porque tiene recursos que son ideales para el fútbol de hoy y de siempre: dominio, precisión, inventiva y mucho atrevimiento

Leo se divierte jugando al fútbol. Nada le importa más que tener un balón

Publicado por
Enrique Escande - buenos aires
León

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Las retiradas de los campos de juego de Alfredo Di Stéfano, Pelé, Johann Cruyff y Diego Maradona cerraron ciclos gloriosos en el último medio siglo y cada caso produjo en millones de aficionados la impresión de que en adelante nada sería igual en el fútbol mundial. Pero hay un tal Lionel Messi, con el cual no contaban los nostálgicos, que se ha metido en el polémico terreno de las comparaciones con aquellos intocables de la historia, amparado por el mérito de no parecerse a ninguno. En Argentina la «messimanía» está en pleno apogeo y los apaleados por las añoranzas que produjeron las retiradas de figuras locales como el Beto Alonso y Ricardo Bochini, o de los admirados Michel Platini y Zinedine Zidane, se suman al entusiasmo que despierta este milagro del fútbol moderno. Messi deslumbra porque tiene recursos que son ideales para el fútbol de hoy y de siempre: dominio, precisión, inventiva y atrevimiento, pero realzados por su demoledora velocidad en espacios cortos. Todo lo hace con el acelerador pisado hasta el fondo y con la cabeza levantada. Maradona destacaba hace poco que Leo toca el balón con la zurda, avanza, supera rivales y, al mismo tiempo, mira la televisión de reojo. Toda una definición. Diversión con el balón A todo ello se suma una condición que protege sus atributos: Leo se divierte jugando al fútbol. Nada le importa más que tener un balón en los pies y jugar. En el fútbol actual, repleto de presiones y exigencias, el pibe rosarino disfruta con el juego. Este año marcó un gol maradoniano, el de los sucesivos regates ante el Getafe, y ahí demostró que es distinto al Pelusa pese a que la jugada parecía idéntica. Maradona era una gacela en su proyección hacia la meta de los ingleses en 1986 y Messi un petardo. La pulga, que acaba de cumplir 20 años, ha dejado de ser un niño al que hay que cuidar con esmero, como se afirmaba en su entorno de la selección argentina que participó en el Mundial disputado hace justamente doce meses en Alemania. Por exceso de cuidados, por temor o lo que fuese, Messi no jugó uno sólo de los 120 minutos del partido de los cuartos de final que los albicelestes disputaron ante los alemanes y que perdieron en los penaltis en Berlín. En el momento de las decisiones que imponen el «aquí y ahora», el entonces seleccionador José Pekerman pensó que el juvenil futbolista de 19 años no estaba para afrontar semejante responsabilidad. Hoy es insustituible. Cualquier jugador de la selección argentina puede perder su puesto de cara al próximo Mundial, menos él. Y esa condición de intocable sólo se les ha reconocido en los últimos 30 años a Mario Kempes y a Maradona, jugadores emblemáticos en los dos mundiales ganados por Argentina en 1978 y 1986. Un espejo en el que mirarse Los nostálgicos no contaban con Messi, el espejo en el que quieren mirarse multitudes de niños y jóvenes que han escuchado hablar de Di Stéfano, Pelé y Cruyff, pero que no los vieron jugar. Aquellos están en los libros y Leo en la tele, todos los días y a toda hora. Si la única verdad es la realidad, Messi es el mejor. Y a ver quién se anima a discutirlo aquí y ahora. El delantero Lionel Messi, que ha destacado como uno de los jugadores protagonistas en la primera fase de la Copa América que se disputa en Venezuela, afirma que se encuentra «tranquilo» y sobre todo «contento porque Argentina está jugando bien».