Diario de León

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Benito Urraburu | Efe - parís

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Desde que comenzó en el mundo del ciclismo, Alberto Contador parecía predestinado a hacer algo grande en este deporte. Ha ganado el Tour de Francia once años después de que Miguel Induráin lograse el último de los cinco que logró. Contador ha tenido siempre algo especial. Ahora que ha llegado a lo más alto, su vida, la personal y la deportiva, pasarán por el tamiz de la opinión pública. Nació en el Hospital 12 de Octubre de Madrid y reside en Pinto, localidad refranera que asociada a la vecina Valdemoro invita a no quedarse nunca a medias. Francisca dio a Francisco el tercero de sus cuatro hijos, el pequeño Alberto, el Día de la Constitución (6 diciembre) del año 1982, cuando Naranjito daba la imagen del Mundial de fútbol en España. El balón de fútbol llamó la atención del adolescente Alberto Contador, madridista confeso. Piernas finas pero hábiles y rápidas para desbordar por la banda. Mezcló la búsqueda del gol con el atletismo, otra de sus pasiones infantiles. Pero el muchacho de Pinto quería volar en busca de otras sensaciones, necesitaba sentirse libre, el contacto con la naturaleza. ¿La bici?, le planteó un buen día su hermano mayor, Francisco Javier. Dicho y hecho, agarró al pequeño de la mano y le llevó a la escuela de Pinto. «Bendito día», recuerda ahora el ganador del Tour. Entre París y Pinto hay muchos kilómetros, pero sobre todo, lo que ha pasado es mucho tiempo desde que comenzó a competir. En la primera carrera que ganó entró de la mano con Carlos Abellán, que luego sería compañero suyo en el equipo Liberty. Los que le recuerdan en sus inicios hablan de un corredor con una fuerza tremenda. Le llamaban Pantani en las categorías inferiores, algo que no le gustaba mucho. Prefería que le conociesen por su nombre. Subiendo El Atazar, un puerto que hay en Torrelaguna, en sus primeras pruebas, lleva unas zapatillas tres números más grandes, una bicicleta de 18 kilos de peso con los cables por fuera y no más de cuatro piñones. Además de fuerza, su físico llamaba la atención. Cuando empezó en Pinto, llevaban a los chavales de la escuela a la piscina a bucear y conseguía hacer el doble de trabajo que los demás. Ha sido siempre ambicioso, de los que no les gustaba perder nada. Su cuerpo, entonces como ahora, estaba sin definir. Atesoraba un gran motor dentro. Dejó los estudios. Los libros pasaron a adornar las estanterías de su casa. Se trataba de un órdago al ciclismo, de una apuesta a todo o nada. Empezó a tomarse más en serio su pasión por la bici, pasó largas temporadas en el País Vasco, donde se curtió como ciclista. La visita de la muerte Un diamante que fichó Manolo Saiz para su Once Eroski en el 2003. Allí se hizo profesional y empezó a dar resultados hasta que en 2004, durante la Vuelta a Asturias el destino le ofreció la muerte y un médico le salvó la vida. Un hemorragia cerebral le produjo convulsiones y le estampó contra el asfalto en la entrada a Infiesto. En estado critico el doctor de la carrera llegó justo para evitar que se tragara la lengua. Salvó el trance en el Hospital de Asturias y regresó a Madrid. Una vez en casa volvieron las convulsiones. De urgencia al Hospital Ramón y Cajal, donde fue intervenido quirúrgicamente para extraerle un cavernoma. Con 70 grapas y 2 placas de titanio en la cabeza hubo de pasar pegado a la almohada más de mes y medio. Contador pidió el libro Mi vuelta a la vida, de Lance Armstrong, donde el séptuple campeón del Tour explica cómo derrotó un cáncer. De sus páginas sacó su deseo de volver cuanto antes a la vida, y por supuesto, a la bicicleta. En el 2005 ganó la Semana Catalana, en 2006 se vio involucrado en la Operación Puerto y queda excluido del Tour, este año vuelve a ganar en la Vuelta a Suiza y Vuelta a Romandía. En medio del torbellino que mueve el ciclismo llegó al Discovery, el de Armstrong, aunque ya retirado. No sólo el ciclismo ha ocupado su vida. Su familia es muy importante para él. Es el tercero de cuatro hermanos, Francisco, Javier, Alicia, Alberto y Raúl, que tiene parálisis cerebral. Su hermana Alicia también tuvo algunos ataques epilépticos. Su novia se llama Macarena. Desde muy joven, Alberto sabía que tenía que sacar adelante a su familia. Su madre, sobre todo, le ha apoyado mucho. Es la que se ha encargado de organizar los autobuses que han seguido al corredor. No sólo el ciclismo ha ocupado su vida. Su familia es muy importante para él. Sus padres de llaman Francisco y Francisca. Con su padre se dedica a criar canarios y jilgueros. Ahora, se dispone a marcar una nueva era en el ciclismo.

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