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f.m. | osaka
León

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No hubo récord. El duelo entre Tyson Gay y Asafa Powell se quebró por el pánico del jamaicano. No es la primera vez. En su historial abundan las decepciones. Casi tantas como las grandes marcas en los rankings. Gay se llevó el triunfo más efervescente del atletismo, pero sin récord. El estadounidense se quedó a ocho centésimas (9.85) después de correr en contra de un viento de 0.5 m/s. Sólo tres de los finalistas habían bajado de los 10 segundos este año y sólo tres lo hicieron en la carrera de los flashes. Pero el miedo de Powell le costó también la medalla de plata, que fue para el bahameño Derrick Atkins con un nuevo récord nacional (9.91). Gay se despertó con un gusanillo por dentro. Era el gran día.Para matar las horas sacó el teléfono y llamó a su gente. Su madre le transmitió confianza. «Estate tranquilo, puedes hacerlo», le dijo. Su entrenador, tras las rejas de una prisión, su hogar desde que cometió un fraude y blanqueó un puñado de dólares, fue más directo. «Tú vas a ser el campeón», le azuzó. Por la tarde superó el trámite de las semifinales con una victoria. Powell, en cambio, se dejó llevar y cedió el triunfo a Atkins. Una premonición. Y por la noche llegó el momento. El estadio Nagai enmudeció. Sólo se veía como el público, nervioso, expectante, agitaba su paipay para mitigar el calor: 30º con un 62% de la humedad relativa. Las cámaras fotográficas no cesaban de lanzar chispazos. Powell, más ortodoxo, más elegante, más fluido, se puso al frente. Pero a los 60 metros Gay ya le había dado caza. «Cuando intuí la llegada de Gay, me giré y sentí pánico», reveló sincero Powell. Ahí, cuando se colocan las dos balas una al lado de la otra, es cuando puede prender un final de récord. Pero Powell se asustó y se quedó paralizado. Su cuerpo se crispó. Perdió la figura, la que ha maravillado a medio mundo al dar la sensación de deslizarse sobre el tapiz. Y perdió el paso también. Por eso necesitó dos zancadas más que su rival, cuando lo normal hubiera sido al revés. Pero los 42 apoyos de Gay le llevaron hacia el oro de Osaka. En la grada, Akihito, el emperador de Japón, se quedó sin ver el deseado récord mundial.