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La repentina muerte del genial y controvertido jugador norteamericano, conmociona a la comunidad ajedrecista

Publicado por
Miguel Ángel Nepomuceno - león
León

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La inesperada y sorprendente muerte del jugador de ajedrez más genial de todos los tiempos Bobby Fischer deja a la comunidad mundial del juego ciencia y a legiones de fanáticos de todo el mundo que han aprendido a jugar y en cierto modo también a vivir con sus partidas y su idiosincrasia, sumidos en una gran conmoción ante la pérdida del ajedrecista que ha revolucionado el mundo del ajedrez y lo ha dignificado hasta convertirlo en un arte respetado, serio y profundamente humano. Hasta el advenimiento de Bobby Fischer el ajedrez estaba considerado como un deporte para profesionales o intelectuales sesudos que veían en el ajedrez poco más que un pasatiempo para pasar sus tardes de ocio. Fischer fue más allá, lo popularizó sin hacerle perder ni un ápice de su calidad artística y lo transformó en una lucha entre dos voluntades, en un combate silencioso en el que lo único importante es destruir el ego del adversario utilizando sus reglas eternas e inmutables. Retirado del juego activo desde 1992, tras su segundo encuentro con Spassky en Yugoslavia, perseguido por la justicia norteamericana por romper el embargo que los Estados Unidos tenían contra ese país, y excarcelado hace un año en Japón para huir a Islandia en compañía de su novia, Fischer murió como vivió: atemorizado. La paranoia había hecho mella en su poderoso cerebro y a pesar de tener un coeficiente intelectual superior al de Einstein, no pudo asumir los traumas y contradicciones de su estresante existencia y su corazón estalló más allá de las estrellas. Sin embargo su legado está más vigente que nunca. Cuando el ajedrez era visto como un deporte amater con premios irrisorios para los vencedores, llegó Bobby y lo sacó de la miseria hasta hacer de él uno de los juegos mejor pagados de cuantos se disputan en el mundo. Decía que los grandes maestros del tablero no debían estar por debajo en sus ganancias que los boxeadores, tenistas, futbolistas, golfistas, y lo consiguió a base de rabietas, amenazas, espantadas, críticas.. pero sobre todo lo consiguió jugando el mejor ajedrez que se había visto nunca sobre un tablero. Ninguno de los once campeones del mundo anteriores habían tenido una concepción del ajedrez tan profunda y a la vez tan transparente como Fischer. Su estilo era diáfano, sin trucos, sólo comprensión de lo que verdaderamente significa la palabra estrategia y sazonarla con unas gotas de táctica. Si se conseguía esto, entonces el ajedrez era la esencia misma de la vida. Era el arte en su estadio más prístino, era la verdad y el conocimiento. Ese era Fischer. Y ese su legado. Tras su muerte habrá un antes y un después de Fischer, habrá una escuela sin maestro porque era inimitable, pero sobre todo habrá una ética y una estética que son su herencia más inequívoca y a la que los grandes maestros de todos los tiempos aspiran: a encontrar la verdad de la vida sobre un tablero escaqueado que no es más que el reflejo de lo que rige el universo.

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