La última campaña evidencia la recuperación del conejo de monte
La ligera recuperación del conejo de monte es un hecho en una temporada de caza menor francamente buena. Parece que las poblaciones del prolífico roedor, que antaño colonizó gran parte de los cotos de caza, se han estabilizado en muchas zonas y está experimentando un ligero crecimiento en otras. El incremento de las poblaciones de conejo es una buena noticia tanto para el mundo cinegético como para el medio ambiente en general, ya que constituye una pieza clave para la alimentación de gran número de predadores. Zorros, águilas y otras rapaces se alimentan habitualmente de conejos, especialmente cuando estos adquieren enfermedades que les debilitan y son así una presa fácil. La abundancia del roedor, y también del topillo campesino, significará que la presión sobre otras especies como la perdiz o la liebre se reduzca con el consiguiente beneficio para éstas últimas. La mixomatosis y más tarde la hemorragia vírica causaron estragos en las poblaciones de conejos hasta el punto de conseguir su extinción total en algunas zonas. Los planes de recuperación han conseguido reintroducirlo con éxito en algunos acotados en los que, sin lograr la densidad que tuvo antaño, pueden ser objeto de caza controlada. En otros lugares, sin embargo, las repoblaciones han fracasado totalmente pese a los esfuerzos realizados por las sociedades de cazadores. Para que una repoblación resulte eficaz son necesarios varios requisitos. En primer lugar el paraje ha de ser propio de conejo, con monte bajo, cuestas o cárcavas. Preferentemente se utilizarán las zonas donde siempre los hubo y que conserven sus madrigueras que, previamente, habrán sido desinfectadas. En segundo lugar se utilizarán animales totalmente salvajes, previa vacunación, procedentes de descastes en zonas donde ello esté permitido. Los animales de granja suelen dar malos resultados. En tercer lugar y muy importante ha de hacerse una limpieza previa de predadores. Las técnicas utilizadas para repoblar son múltiples y variadas. La utilización de vivares artificiales, enterrados pero con fácil acceso, a la vez que les sirven de protección permiten el control periódico de las poblaciones. Cerrar la zona con una valla cinegética durante algún tiempo servirá también para protegerles hasta que se familiaricen con el terreno y comiencen a expandirse. La valla ha de permitir que pase el conejo, pero que el depredador se estrelle o pase con dificultad. En otras ocasiones es suficiente enterrar algunos tubos o palets de madera y acumular cepos o rocas para que ellos mismos vayan fabricando sus propias madrigueras.