Diario de León

Comienza el ciclo reproductivo dela perdiz roja en el campo leonés

Han quedado bastantes ejemplares y la bonanza del invierno ha permitido que se adelante

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Pedro Vizcay - león
León

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Desde que finalizó la temporada de caza menor los aficionados que siguen saliendo al campo observan con frecuencia perdices emparejadas. Lo cierto es que han quedado bastantes perdices y que la bonanza del invierno ha permitido adelantar el ciclo reproductivo. Además, y pese a la sequía, los páramos y campiñas de secano presentan un aspecto magnífico, con el cereal bien nacido y con fuerza. El terreno arcilloso resiste muy bien la falta de humedad y, con poco que lloviese en abril, estaríamos ante una buena cosecha. No es ningún secreto que en nuestros campos las mejores cosechas se dan en inviernos secos, pues si llueve mucho en los páramos, el terreno se «remana» y el trigo se pierde. Pero en las campiñas tampoco el exceso de lluvia favorece, pues se forman charcos en los valles y zonas bajas. Los trigos bien nacidos y con unos centímetros de altura permiten a las «patirrojas» anidar y defenderse de los predadores, muy abundantes por cierto ya que apenas se han realizado descases este año. Podría afirmarse que la perdiz roja es un ave endémica y genuina de la Península Ibérica, si bien existen pequeñas poblaciones en el sur de Francia y norte de Italia. En España, y salvo una pequeña franja de la cornisa Cantábrica, habita todo el territorio hasta una altitud de 2.500 metros. Su capacidad de adaptación es tal que incluso podemos encontrarla en las sierras mas elevadas de la montaña leonesa, puerto de San Isidro por ejemplo, conviviendo con las perdices pardillas. En estas zonas de montaña se la conoce como rubia, pero básicamente es la misma que habita las campiñas del sur provincial. Costumbres y reproducción Habitualmente, con pequeñas variaciones en función de la climatología, los machos entran en celo durante el mes de enero. La existencia de mayor número de machos que de hembras resulta bastante perjudicial, pues los individuos rechazados y sin pareja se dedican a incordiar a la hembra llegando incluso a destruir los nidos. Es precisamente el macho quién prepara varios nidos aprovechando pequeñas hondonadas con algo de vegetación que los proteja y esconda. La moderna agricultura que destruye linderos y arrasa los barbechos perjudica seriamente la nidificación. La hembra pone entre 9 y 18 huevos, con un intervalo de 36 horas. Curiosamente a veces realiza la puesta en dos nidos diferentes, en cuyo caso la incubación del segundo nido la realizará el macho. A los 23 días y medio nacerán los pequeños perdigones que abandonarán el nido de forma inmediata, pero que permanecerán unidos hasta que se conviertan en adultos. Su desarrollo en estos primeros días resulta espectacular: en dos semanas son capaces de realizar pequeños vuelos y al mes ya vuelan perfectamente. A partir del tercer mes los machos comienzan a desarrollar los espolones que lo diferencian de la hembra. La alimentación en un primer momento consiste en invertebrados (66%), semillas y flores (33%). A las dos semanas el porcentaje se invierte y de ahí la necesidad de disponer de semillas abundantes. A finales del mes de julio, realizada la cosecha de cereales de verano, es factible ver los bandos de perdiz apeonando por los rastrojos o barbechos. Grupos de 16 a 25 individuos acreditan una buena salud. Los desplazamientos para alimentarse los realizan apeonando, sin volar, y si es posible a corta distancia. Son muy territoriales y duermen en lugares abiertos, donde la huída resulte mas fácil. Para beber aprovechan las pequeñas charcas, pero también beben las gotas del rocío de la mañana. A medio día sestean y toman baños de arena que les sirven para mantener y mejorar su plumaje. Habitualmente mientras el bando bebe o se alimenta un individuo, por lo general el padre o la madre, vigila. Esta vigilancia resulta vital, pues durante las primeras semanas son presa fácil de lirones, ratones, culebras y, últimamente, cigüeñas. Ya de adultos rapaces, zorros y jabalís son sus peores enemigos. A finales de temporada la pérdida del 50-60% de efectivos es habitual y permite una perfecta reproducción. Las pérdidas, en años normales serían: 35% la caza (incluida la furtiva) 5% la climatología, 10% los depredadores 5% herbicidas y pesticidas.

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