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Suecia nos contempla Dos buenos estilos El peligro tiene los ojos tristes

Zlatan Ibrahimovic olvida su pasado anárquico e individualista para renacer con Suecia

Zlatan Ibrahimovic puede ser la sombra de España

Zlatan Ibrahimovic puede ser la sombra de España

Publicado por
MIGUEL GONZÁLEZ SAN MARTÍN JAVIER IRURETA Iván Orio - innsbruk
León

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SUECIA fue durante años un sueño imposible. El estado del bienestar, la urbanidad, los derechos civiles, la redistribución de la riqueza... Los suecos eran altos, rubios, serios, razonables y melancólicos. En las películas de Bergman decían verdades pesimistas, demoledoras, en un tono educado y coloquial. Daban un poco de miedo. Lo mejor de los suecos eran las suecas. Nos gustaba verlas caminar por las playas, combinar la paella con la sangría, reír por cualquier cosa, echarse la melena hacia atrás. Eran inaccesibles. Los suecos estaban descubriendo el sur y nosotros a las suecas. Suecia nunca fue gran cosa en el fútbol, pero desde hace unos años recoge los frutos de cierta exportación especializada. A algunos jugadores suecos, como Ibrahimovic, Ljungberg o Larsson, les conocemos de verlos en buenos equipos europeos, la Juve (ahora el Inter), el Arsenal (ahora el West Ham) y el Barça, respectivamente. La potencia del primero parece la mejor credencial de Suecia. Ljunberg nunca llegó demasiado lejos, salvo en los anuncios de Calvin Klein, y Larsson, que jugó muchos minutos en el último Barça bueno, se permitió el lujo de renunciar a la renovación en un equipo tan brillante, el lujo de abandonar una ciudad tan luminosa como Barcelona, para volver a su tierra y jugar por jugar en el equipo de su pueblo. Esas cosas que tienen los suecos. Larsson era un delantero listo y voluntarioso. Seguro que le quedan ideas, pero ya tiene 36 años. España le dio un baño a Suecia hace unos meses, en la fase de clasificación, y aunque sabemos por Heráclito que nunca veremos dos veces el mismo partido, sería una sorpresa que los suecos fueran a darle esta tarde un susto a España. Tras el partido ante Rusia, se han dicho y se han escrito muchas cosas, algunas contradictorias. Cuando todo el mundo parecía de acuerdo en que el equipo estaba bien armado a partir del núcleo del centro del campo, donde le hacía fuerte la habilidad en el toque, el control del juego y la posesión del balón, basta un partido para que se descubra de pronto una pretendida apuesta por el contragolpe, que vendría nada menos que de la vieja querencia de Luis por el juego más característico del mejor Atlético. A mí me parece que las cosas están donde estaban. Un centro del campo imaginativo lo es, entre otras cosas, por no hacerlo siempre igual, de un modo mecánico, sino por jugar a lo que toca, por ser capaz de adaptarse de manera intuitiva e inmediata a los equipos, los tiempos, las circunstancias y los tanteadores. Si Luis hubiera apostado por la contra como ahora se acaba de descubrir, habría dejado en el campo a Torres, que tiene zancada y desmarque. Salieron a la contra porque tejieron una buena trama, con la que conseguían arrebatar a los rusos el balón con frecuencia y aparente sencillez. Entonces tocaban y tocaban, como saben, en corto, con velocidad y precisión, hasta que aparecía el desmarque para el pase largo. Las noticias más prometedoras del partido con Rusia fueron Villa pero también Torres, Xavi y el sereno Senna. Confiemos en que esta tarde ese medio campo de jugadores morenos, pequeñitos, vivaces e imaginativos se hinche a tirarles paredes y caños a esos muchachos suecos, nobles y reflexivos, en nuestro nombre, para resarcirnos de aquellas derrotas en unas batallas que ni siquiera emprendimos. Cuatro millones de suecas nos contemplan. AMBAS SELECCIONES ganaron el primer partido y dieron un paso importante tras la jornada inicial. España, tras su gran demostración ante Rusia, saldrá con la idea de tener el balón y, por tanto, de manejar el partido a base del toque, sobre todo con la participación continuada de sus hombres del medio campo. Si el balón está en las botas de Iniesta, Xavi, Sena y Silva, la selección seguro que domina el partido. En este momento Xavi es el hombre que transmite las ideas del técnico, su prolongación en el terreno de juego, y atraviesa un buen estado de forma. Si logramos controlar el esférico, sólo dependeremos del acierto que tengan los dos hombres de arriba. Villa y Torres deberán aprovechar sus cualidades. El valencianista su habilidad, y el jugador del Liverpool su velocidad, porque son dos factores que pueden determinar el choque. Tienen que jugar por bajo, porque los defensas suecos son hombres muy fuertes y altos, y el balón raso les puede hacer daño. Suecia tiene su mayor potencial arriba. Ibrahimovic y Larsson son dos hombres a tener muy en cuenta. El primero rompió su sequía goleadora ante los griegos con un tanto de mucha calidad y puede volver a resurgir. El ex barcelonista, a pesar de su edad, es un hombre de área, muy buen definidor y puede generar problemas a los dos centrales españoles. Por eso, Senna tendrá que estar muy atento a las ayudas para evitar que Puyol y Marchena se encuentren en situaciones de uno contra uno ante los delanteros suecos. E ra el último minuto del partido ante San Marino en la fase de clasificación para la Eurocopa del 2004 y el árbitro señaló un penalti a favor de Suecia. Zlatan Ibrahimovic cogió el balón y se negó a entregárselo a Kallstrom, el especialista en penas máximas del equipo. El espigado delantero lo lanzó y marcó. Lo celebró él solo, porque sus compañeros ni le miraron para mostrarle su malestar. Ése era el Ibrahimovic de entonces, un jugador anárquico e individualista que despreciaba el juego colectivo. El fin justificaba los medios y él utilizaba los clubes y también la selección únicamente como vehículos de triunfo personal. Un éxito que nunca ha conseguido eliminar del todo esos ojos atormentados de chico incomprendido que le convierten en un futbolista de figura triste. De padre bosnio y madre croata, el atacante del Inter nació en 1981 en Malmö, una ciudad industrial que atrajo a numerosos emigrantes en la segunda mitad del siglo XX. De origen zíngaro, se crió en Rosengard, un humilde suburbio en el que se concentraban familias de numerosas nacionalidades. De niño pasaba horas y horas jugando al fútbol en la calle y, cuando cumplió cinco años, su familia hizo un esfuerzo económico para comprarle sus primeras botas. Luego tuvo que gastarse más dinero para pagar las ventanas que rompió el pequeño Zlatan en los partidos que organizaba en el barrio. Él quiso recompensar a sus padres y se conjuró para que tuvieran una vida mejor. Eso explica su ambición y un carácter introvertido. Ibrahimovic tenía un talento innato para el fútbol a pesar de su estatura mide 1,92 metros). Y un buen día los ojeadores del club local de Malmö se lo llevaron. Le costó aclimatarse. Estaba acostumbrado a la libertad de la calle y de repente tenía que cumplir horarios y normas de disciplina. Pero jugaba como los ángeles. El episodio que le costó ser apartado de la selección se produjo en vísperas de un encuentro ante Liechtenstein. Él y otros dos internacionales fueron de aventura nocturna y les cazaron. Sus compañeros pidieron disculpas y les perdonaron, pero él rehusó arrepentirse. Así era Ibrahimovic, un futbolista con una clase al alcance de pocos que tiraba todo por la borda con sus desplantes y orgullo desmesurado. Pero algo le ha cambiado. La prensa sueca coincide en que su segunda paternidad y su consolidación en el Inter han obrado el milagro: sus compatriotas, que siempre le habían mirado con recelo, le han acogido ahora con los brazos abiertos.

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