| Crónica | Al sereno |
Diferencias insólitas
Tienen la obsesión en León de despachar muchos permisos, restringiendo cupos, lo que equivaldría legalmente a un rendimiento económico muy superior al de otras provincias
Nadie puede pretender demostrar que la perfección existe, ya que lo cierto es que todo lo vital parece imperfecto. Ni siquiera los seres clónicos, incluso los gemelos, son perfectamente iguales. Las diferencias pueden observarse en lo físico y en la inclinación mental de cada individuo, por infinitesimal que esta sea. Sólo en los asuntos referentes a cuestiones matemáticas puras se pueden dar exactitudes numéricas. Ello no obsta para que cuando se dictan normas que afectan a determinados enclaves dentro de una misma comunidad en la que los territorios son parecidos, casi sin excepciones, y se pretende o parece pretenderse que un principio de igualdad sirva como lazo de unión para preservar los recursos hídricos donde habitan diferentes especies de peces, pero en especial los salmónidos llamados truchas, estas normas sean ejemplarizantes, aproximándose lo más posible a la perfección relativa, evitando en lo posible las diferencias, con lo que también evitaremos los sentimientos de decepción que puedan acarrear estas. Y podemos concluir con el tópico real de que has de respetar si quieres que te respeten, o lo que es lo mismo, dar ejemplo. Si nos situamos con precaución y detenimiento en las hojas de impecable impresión que componen el librito anual de normas editado por nuestra comunidad de León y Castilla, y tratamos de encontrar la uniformidad que debe caracterizarlas, la encontramos casi perfecta en todo su aspecto exterior, lo que nos induce a pensar que su contenido ha sido tratado con la misma minuciosidad que su presentación, y nos introducimos en él confiados en que recibiremos todos un trato parecido, con la equidad y la ética que suponemos en quienes han dictado los pormenores de nuestras muchas obligaciones y pocos derechos, equidad que quedará reflejada en todas las citas y números impresos en sus hojas interiores. Como somos habitantes de la provincia de León, nos sumergimos en las hojas que a ella vienen destinadas por orden alfabético, y leyendo de pasada las normas generales, llegamos al apartado de cotos, donde todos los pescadores pretendemos un trato igualitario, que parece desprenderse ya en el momento en que se efectúa el sorteo de las cartas de solicitud y partimos de un número al que le ha tocado comenzar a escoger. Bien. Entonces tomamos la lupa y comprobamos en qué situación se hallan nuestros reductos favoritos y las condiciones de los sistemas de pesca, kilómetros del coto, pescadores por día, cebos, etc. y empiezan a desprenderse números que parecen dislocados, en los que otras temporadas no nos habíamos fijado, que pueden disminuir la confianza que teníamos depositada en quienes las dictan. Para comprobarlo, optamos por abrir las hojas de otra provincia y hacer comparaciones en cuestiones similares y hete aquí que nos encontramos con extrañas diferencias que distorsionan la pretendida equidad, incomprensibles entre provincias comunes. Algunos ejemplos Pongamos algunos ejemplos: si ojeamos la lista de cotos de Burgos, observaremos que en una franja de kilometraje de 4 a 10, el número de permisos es también desde 4 hasta 10, con la excepción de uno en el Pisuerga con 5 kilómetros al que le envían 15 pescadores (333 metros). Podríamos interpretar esta distribución como una de las más solventes y equitativas de la comunidad, donde sólo en un coto se ha tratado de amontonar pescadores, correspondiéndoles en los demás acotados más de un kilómetro y hasta casi dos por permiso, sin variabilidad alguna según días o meses. Los cupos oscilan entre 4, 5, 6 y 8 truchas. En Segovia parecen restringir aún más la proporción, pues desde 4 a 8 kilómetros sólo expenden permisos entre 4 y 6, lo que también nos da un promedio de más de un kilómetro por pescador. Cupos entre 4, 5, 6 y 8 truchas. En Ávila es parecido. Pero hay una provincia en la comunidad que no se rige por estos cánones, sino por los contrarios, y presumiendo de ser la más importante en ríos trucheros durante casi todo el siglo XX, siendo por tanto la que más acotados ofrece con longitudes parecidas a las anteriores, nos crucifica expidiendo permisos en cantidades asombrosas. Desde 10, 12, 14, 17, 19 (según días o meses) hasta el extremo de expedir para un tramo de 7 kilómetros, en el río Bernesga, entre 18 y 22 permisos por el régimen tradicional. Si tenemos en cuenta que, además, es la provincia que más tiempo tiene abierta la veda para bastantes tramos de ríos, despachando permisos sin muerte a diestro y siniestro, y que los cupos con muerte son todos de 4 ejemplares, salvo en intensivos que son 6, y que prácticamente no existe la modalidad de una trucha trofeo, para complacer al pescador y desterrar el ansia de camuflarlas, nos convenceremos que los dirigentes leoneses con su Consejo de Pesca, tienen la obsesión de despachar muchos permisos, restringiendo cupos, lo que equivaldría legalmente a un rendimiento económico muy superior a otras provincias, exponiendo un número de ejemplares relativamente menor. Pero... ¿quién vigila a tantos pescadores «ecológicos» hasta después de la hora del sereno, si no se hace apenas durante el día? ¿Quién nos asegura que todos llevan solo en su mente el recuerdo de las picadas conseguidas, sin muestras palpables de ello? ¿Quién pone la mano en el fuego para demostrar que las sombras de la noche no influyen en el ánimo más pícaro del individuo, sabiendo que nadie le ve ni probablemente le vigila? No obstante, romperemos una lanza a favor de los que son verdaderamente altruistas y respetuosos con las reglas. Probablemente se hayan tomado estas decisiones con la sana intención de preservar a nuestros ríos de la despoblación total, pero ya llevamos años comprobando que no son tan efectivas como se suponía, y que algo equivocado hay en el planteamiento. Ya indicamos en otra ocasión que el dictar leyes no es hacerlas cumplir, y que los despachos no son las orillas de los ríos, y que fomentar el descontento entre los aficionados, con más restricciones que en otras provincias, tampoco da buenos resultados y aumenta el furtivismo. ¿Dónde queda por tanto, no ya la perfección, sino la igualdad relativa que se preconiza, cuando observamos con tanta claridad que aunque pertenezcamos a la misma comunidad y dictemos normas y más normas, y las empaquetemos en un librillo técnicamente casi perfecto incluyéndonos a todas las provincias con los mismos caracteres, colores, fotografías y mapas, la realidad nos descubre un profundo desfase interno y un batiburrillo de diferencias insólitas? ¿Somos acaso los leoneses pescadores de tercera categoría o es porque somos más? Queremos saber si los que dictan son dictadores o son economistas disfrazados de ecologistas o políticos prometedores de imposibles o figurantes de oficio o simples provincianos endiosados con una provincia que no da para tanto despilfarro de permisos.