Fútbol | Primera División
El Madrid tropieza otra vez en un Riazor inexpugnable
El Deportivo se impone al club blanco, que lleva 18 años sin ganar en el estadio gallego
Un a derrota más en Riazor y peticiones del respetable para que salga Robinho. Con la maldición a cuestas y con esta guasa, un pobre Real Madrid debutó en la Liga ante un Deportivo de La Coruña muy superior. El equipo de Schuster se encontró con un auténtico hueso a las primeras de cambio. El Deportivo sacó a relucir ante los blancos su mejor fondo físico, fruto de una larguísima pretemporada que ha incluido una eliminatoria contra el Hadjuk Split en la Copa de la Uefa. Ese plus que da la competición lo aprovechó Miguel Ángel Lotina para adelantar las líneas. Sin los cinco defensas que tan buenos frutos le dio la temporada pasada, el técnico vizcaíno optó por dar un paso adelante y apostar por la presión. Ante dos perros de presa como De Guzmán y Sergio, ayudados de forma constante por Verdú, el Madrid se ahogó. Guti no tenía el balón y su equipo sufría. Lo pasaban mal los defensas, porque sólo podían darle la pelota a Diarra o jugarse el pelotazo. Tanto Heize como Pepe saben que el malí no es la persona más adecuada para provocar alguna situación peligrosa en el área contraria. Y tampoco estaban contentos los delanteros, porque ni olían la pelota. Sólo Robben se acercaba al centro del campo para intentar crear algo. Van Nistelrooy y Raúl estaban desaparecidos. Higuaín, el pobre, suficiente tenía con perseguir a los extremos blanquiazules. El conjunto gallego no estaba machacando al rival con un fútbol espectacular, sino con el ritmo del partido. Tenía un par de velocidades más que el rival, que debía hacer un esfuerzo sobrehumano para poder robar un balón. El Madrid perdía el balón y se dedicaba a perseguir sombras. No le quedaba otra opción ante un conjunto que además encontró un filón en los balones parados. La primera falta lateral de la que dispuso el Depor acabó en gol. Guardado botó el golpe franco, Casillas midió mal y Mista marcó solo. Otra vez los balones parados eran un drama para los blancos. Con un Depor tan dominador, el Madrid era incapaz de crear ocasiones. Sólo Robben en un mano a mano con Aranzubia, que desbarató el portero riojano, y Marcelo, que mandó el balón al larguero con la ayuda de Sergio, tuvieron ocasiones de gol. Ese era el balance ofensivo del Madrid hasta que la delantera blanca recibió el primer balón en condiciones. Los grandes equipos son de esta condición porque son capaces de crear una oportunidad de la nada. Y en Riazor se vio una de estas ocasiones. Raúl cogió un balón e intentó una vaselina, que terminó en los pies de Van Nistelrooy. El holandés no perdonó. Con el empate, el Madrid espabiló un poco. Estiró las líneas y presionó un poco más. Pero nada más. El Deportivo se sacudió el tímido intento blanco en un santiamén y siguió a lo suyo, buscando el gol de la victoria que llegó en otro balón parado. Guardado lanzó un córner que Lope introdujo de forma magistral en el fondo de la portería. Fue la puntilla para el Madrid y pa ra Schuster, que no reaccionó ante la superioridad gallega.