El lucio, un depredador odiado y querido en los ríos leoneses Este domingo finaliza la peor media veda de los últimos años
Los cursos bajos de Órbigo y Esla, sobre todo, mantienen aún importantes poblaciones del pez
Hace una treintena de años el lucio era prácticamente desconocido en León. Los cursos fluviales de la provincia albergaban una importante población de truchas cuyo principal enemigo era por aquel entonces, además del furtivismo, el hongo de la saprolegnia que favorecido por la incipiente contaminación de las aguas diezmaba las poblaciones de grandes truchas especialmente en la época de freza. Este hongo, que corroía la piel de las pintonas, aparecía formando enormes manchas blanquecinas que, en la mayoría de los casos, provocaban la muerte del pez y en otros le debilitaban extraordinariamente. En unos pocos años la mortandad redujo considerablemente las poblaciones trucheras del Órbigo, Porma y Esla, sobre todo en sus cotos mas emblemáticos que eran también los que mas salmónidos albergaban. Con la sorprendente aparición de los lucios en los cursos bajos del Esla y del Órbigo llovía sobre mojado y muchos pescadores se temieron lo peor. La duda estaba en si iban a ser capaces de remontar en las aguas bravas y hasta donde. En pocos años la densidad de lucios en el bajo Esla, entre Valencia de Don Juan y Palanquinos, y en el Órbigo entre Santa Marina y el Puente Paulón, fue tan brutal que acabó primero con la bermejuela, luego con las bogas y más tarde con las truchas. Tal sólo algunos peces de fondo, como barbos, gobios y tencas, parecían resistir a duras penas las embestidas del lucio. Pero no terminó ahí la colonización. Las tablas tranquilas y pobladas de vegetación subacuática del curso medio del Esla eran un buen habitat para el tiburón de río. Villómar, Quintana y hasta el mismo Gradefes se vieron colonizados. La tensión subió de tono cuando aparecieron en el coto de Garaño, por encima del embalse de Selgas de Ordás. ¿Cómo habían superado el muro de la presa? Los más emblemáticos cotos trucheros de León, como Santa Marina, Sardonedo, Marne o El Condado ya albergaban al peligroso inquilino que proliferaba de forma paralela a la desaparición de ciprínidos y salmónidos. Pesca eléctrica Ante la alarmante proliferación y por aquello de «a grandes males grandes remedios», la ddministración recurrió a la pesca eléctrica. Los cientos de kilos que salieron de tramos como Rioseco de Tapia permitieron comprobar la auténtica dimensión del problema. A esas alturas conseguir pescando a caña diez o doce ejemplares, alguno de los cuales superaba los seis o siete kilos, en una sola jornada era bastante sencillo para los escasos aficionados que se habían especializado en su pesca. Las tiendas comenzaron a ofrecer los peces de vinilo, los rapalas o las cucharillas especiales con cuerpo de plomo y lana roja. Los cables acerados o los bajos trenzados eran imprescindibles para que, los afilados dientes del depredador no rompiesen el sedal. La presión sobre el pez junto con la autodepredación a falta de otros peces consiguió lo que la administración no había logrado: controlar las poblaciones de lucios. Su remontada se vio frenada por los desembales brutales que lograron hacerle retroceder en el Esla. El problema, sin embargo, no estaba resuelto de forma definitiva. Pero llegaron los pescadores y la afición por la pesca del voraz depredador fue creciendo. La captura de grandes ejemplares comenzó a cautivar a muchos aficionados apasionados por la arrancada y el ataque fulgurante del pez. Su interés deportivo no coincidía, sin embargo, con su interés gastronómico, a pesar de que bien cocinado puede resultar un excelente plato. En todo caso y en aquellos primeros años, nade soltaba un lucio vivo, siendo frecuente encontrar ejemplares colgados en las ramas de las orillas del río. Durante algunos años también fue considerado especie invasora con lo que estaba prohibido devolverlo con vida. La actual normativa, sin embargo, ya no lo considera así. Bien es verdad que carece de cupo y de limitación de talla, pero no está en la lista de especies exóticas como la lucioperca, percasol, pez gato, alburno y siluro que si deben ser sacrificadas de forma inmediata. La situación actual dista mucho de aquellos tiempos. Prácticamente desaparecido en el Esla de Villómar para arriba, sí que se mantiene en el Porma, incluso en el coto de Marne, en opinión de expertos un paraíso para pescar el lucio. Mantiene poblaciones estables en el bajo Esla y en bajo Órbigo y puede encontrarse algún ejemplar por encima de Veguellina. También en el Tuerto en su desembocadura abundan los lucios, si bien de menor tamaño. Finalizada la temporada truchera serán muchos los aficionados que buscarán el lucio en estas zonas donde todavía conserva presencia activa. No se recuerda una campaña de codorniz tan nefasta como la que finaliza este domingo 14 de septiembre. Y lo mas curioso y decepcionante para los cazadores ha sido que las previsiones eran normales, tanto por el número de parejas que entraron en primavera como por los avistamientos previos a la apertura. Tampoco las esperanzas de un final favorable, en previsión de un cambio en las temperaturas, han fructificado. Llegaron días fríos, incluso algo de lluvia, pero las codornices no se han movido apenas, previsiblemente porque no las había tampoco en la zona norte. Esa es la cruda realidad de una media veda que, cuando hay codornices, resulta especialmente atractiva para el aficionado a la caza menor con perro. Bien es verdad que siempre hay excepciones. No han faltado aficionados que en estos últimos días han tenido fortuna y se han encontrado con pequeños agrupamientos lo que les ha permitido hacer perchas de hasta una docena de pájaros. Esto ha sucedido en la zona sur de la provincia, en «adiles» o «perdidos» poblados de cardos e hierbas secas. Pero tampoco los pequeños grupos se parecían a los de un año normal, cuando la suerte de encontrar un guión de paso garantizaba el cupo de treinta y cinco ejemplares de la pequeña gallinácea. La norma general, entre los aficionados que aun siguen saliendo al campo, se sitúa en un par de codornices o tres a lo sumo. Tras el paréntesis obligado en la caza menor de septiembre y octubre, el 26 de este último mes se abrirá la veda. Antes ya se habrán practicado algunas monterías de jabalí, sin duda la especie que mueve mayor afición. Ahora la incógnita por la que todos se preguntan es saber como viene la «hermana mayor», es decir, la perdiz roja. Todavía se recuerdan las primeras jornadas de la temporada pasada, cuando se veían perdices por todas partes. Lo cierto es que en la mayoría de acotados quedaron «patirrojas» suficientes para garantizar una buena reproducción. También los nidos que a menudo se encuentran por el campo muestran suficientes huevos eclosionados, pero las abundantes polladas que suelen verse por estas fechas no lo son tanto como en la pasada campaña. Los que si se ven con frecuencia, incluso a pleno día, son zorros, cuestión lógica si tenemos en cuenta que el pasado año se autorizaron muy pocas batidas por el problema del topillo campesino. También proliferan de forma exagerada otros depredadores como cuervos y urracas, especialmente dañinas éstas últimas por su afición a robar los huevos y acosar a los pollos. La solución a la incógnita se resolverá el cuarto domingo de octubre, cuando se abra la veda.