Sólo un gallo y un mazapán, o toda la grandeza del aluche
Sólo un gallo y un mazapán. El símbolo atávico del vencedor en el aluche y la dulce humilde recompensa a los más esforzados. Y nada más. Casi nada más. En realidad, tras esos dos sencillos elementos que son alzados por el luchador que permanece en pie tras imponerse al último rival y quien pueda hacerse con el mayor número de victorias en el Montaña-Ribera se resume y se significa lo más auténtico, lo más entrañable e imperecedero de ese deporte, más que deporte, que puede en justicia ser reconocido como uno de los más antiguos de este viejo continente en el que tuvo su lugar este Viejo Reino. El desarollo del corro al modo tradicional del «¿Hay quién luche?», reservando la caída decisiva, generalmente, a alguno de los séniores del peso máximo parecería no ser justo con todo el esfuerzo, la entrega e ilusión que en esa noble pelea al lado de sus admirados mayores ponen cada uno de los que se ciñe cinto, especialmente los más vivos brotes nuevos del gran árbol de la Lucha. Sin embargo, el espíritu de grupo, el encuentro con lo que es capaz de identificar y unir en un esfuerzo común, más allá de los logros y reconocimientos individuales, llenan el Montaña-Ribera de la grandeza del Aluche.