Se confirman los malos resultados de la caza menor
La liebre parece haber desaparecido de los campos tratados contra los topillos
Las malas sensaciones recogidas en la apertura de la temporada de caza menor se van confirmando a medida que se conocen nuevos resultados en los acotados que abrieron una semana mas tarde. Tras la primera jornada en la que el sol y la ausencia de viento acompañaron a los cazadores, parece que el invierno se ha adelantado. La lluvia y el frío son la nota dominante y, si bien el agua caída no encharca todavía los campos ni dificulta el tránsito por los mismos, si resulta molesta, especialmente en el monte. Pese a todo los aficionados salen masivamente a cazar en estas primeras jornadas en las que, se supone, los bandos de perdiz no han sufrido merma todavía por la acción de las escopetas. El pasado fin de semana, coincidiendo con la festividad de Todos los Santos se cazaba en la totalidad de acotados leoneses. De nuevo pudo apreciarse la precariedad que, en esta temporada, presenta la caza menor. No se podría afirmar categóricamente que nos encontramos ante un año pésimo de perdiz, pero sí que la «patirroja» está muy floja. Los bandos, especialmente en Tierra de Campos, tienen la mitad de efectivos que un año bueno y gran parte de los pájaros abatidos son viejos, lo que permite diagnosticar que han criado mal. El cierto que en algunos acotados y por parte de algunos cazadores se ha cazado bien. Incluso algunos aficionados han conseguido piñas de seis perdices, pero eso ha sido absolutamente excepcional. En la mayoría de acotados las cuadrillas no llegan a repartir una pieza por escopeta, y eso en los lugares perdiceros. Bien es sabido que el instinto de conservación de la perdiz resulta extraordinario y que en años malos llegan a ocupar zonas difíciles de cazar. Mas de un año se cierra la temporada y no se ven perdices y, sin embargo, llega la primavera y vuelven a verse parejas que nadie sabe de donde han salido. En este sentido podríamos decir que estamos, simplemente, ante un año flojo. Preocupación por la liebre La liebre es otra historia. El pasado fin de semana se abría un acotado en la zona sur de León famoso por la abundancia de liebres. Once cazadores abatían ocho perdices, pero ninguna «rabona». «No es que no hayamos cazado ninguna -comenta un veterano- es que ni las hemos visto. Por no haber no hay ni camas ni rastro alguno. Es mas que preocupante». Pero no es la excepción. Los acotados de la capital para abajo, donde el pasado año se empleó veneno para los topillos, apenas tienen liebres. Siempre es aventurado relacionar el envenenamiento de los campos con la ausencia de liebres, está muy claro que puede haber otros factores como la tularemia o el furtivismo, pero en otras zonas, donde no se actuó contra los topillos, aunque no en exceso, si que hay «rabonas». Así por ejemplo en la zona de Tierras de León o en la media montaña, estaríamos ante un año normal. En muchos pueblos de la provincia de León existe todavía una notable afición por la caza de la liebre con galgo. En este tipo de caza es imprescindible que la acción de cazar se realice en campos abiertos, sin maleza ni obstáculos que impidan una carrera limpia para los perros. Pues bien, es precisamente en estas zonas de secano, con barbechos y rastrojeras, donde menos liebres se ven. Ni que decir tiene que los «galgueros» están muy decepcionados y no menos cabreados. Tampoco la liebre es un animal que prolifere y se reproduzca tan rápido como el conejo. A lo largo del año puede tener dos o tres partos a lo sumo con dos lebratos de promedio. En el mejor de los casos tardaremos bastante tiempo en recuperar a la veloz y simpática «rabona».