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El veneno pasa factura: Tierra de Campos se queda sin liebres

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p. v. | león
León

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El campeonato provincial de caza menor con perro ha venido a confirmar lo que ya era un rumor a gritos: no hay liebres en Tierra de Campos. Cuarenta cazadores con sus perros, recorriendo durante toda la mañana cinco mil hectáreas, no han conseguido arrancar de su encame una sola rabona. La desaparición de la liebre ibérica de esta comarca que incluye una amplia zona en las provincias de León, Zamora, Valladolid y Palencia venía siendo constatada jornada tras jornada. En los años de la tularemia, cuando la enfermedad hizo estragos en las poblaciones de liebres ibéricas, no hubo ni de lejos tal escasez. Además, y en los años posteriores, se recuperó de forma notable ya que no se cazaba ni de forma legal ni furtiva, pues nadie se atrevía a consumirla. Ahora, y ante la falta de respuesta de la Administración competente, en este caso la Consejería de Medio Ambiente de la Junta, muchos acotados están vedando por su cuenta la caza de la liebre. La indignación entre los cazadores va en aumento. Ya en su día se advirtió seriamente de que los envenenamientos indiscriminados de los campos iban a afectar seriamente a la fauna cinegética y no cinegética. Los responsables de la Junta se curaron en salud entregando el grano envenado a los agricultores y haciéndoles responsables del uso del mismo. Hay quienes afirman que el despropósito fue tal que llegó a esparcirse dicho grano con la abonadora por todo el campo. Cazadores de Valderas comentaban en el campeonato que el grano ha afectado no sólo a las liebres, también a perdices, codornices e incluso ganado ovino. Recuperar el roedor será muy difícil. A diferencia del conejo una liebre tarda casi un año en lograr la madurez sexual, su periodo de gestación es casi el doble y con suerte puede dar dos partos al año. Si bien es verdad que en cada parto puede traer una media de tres o cuatro lebratos, son tantos los peligros que acechan a las crías que, con suerte, pueden lograrse uno o dos. Será preciso repoblar con la dificultad y el riesgo que ello tiene, si se quiere lograr a medio plazo la recuperación. La Consejería de Medio Ambiente «no sabe no contesta», pero su silencio es, mas que nunca, un silencio culpable.