| Reportaje | Un cebo irresistible |
La brillante reliquia del Curueño
Cuando faltan cuatro semanas para que comience la temporada truchera, los pescadores ya se afanan en preparar sus equipos y en ellos no pueden faltar las plumas de nuestros gallos
león
Cuando aún faltan cuatro semanas para que se inicie la temporada truchera los pescadores ya comienzan a revisar sus equipos, a clasificar sus moscas y a reponer las que se han ido perdiendo o deteriorando a lo largo de la anterior campaña. Los establecimientos de venta, pese a la crisis, reciben cada vez mas la visita del cliente-pescador que siempre compra algún material de montaje. Son ya una mayoría los aficionados a la pesca con mosca que han aprendido a confeccionar sus imitaciones y de ello dan fe las tiendas de pesca cuyo negocio se dirige, cada vez más, hacia los materiales de montaje. A la emoción que supone clavar una trucha utilizando tanto la mosca seca como la ahogada se suma, y así lo confiesan los pescadores montadores, la ilusión de ser el autor del insecto artificial. A veces la trucha se resiste, rechazando el señuelo, y es preciso cambiar el mismo hasta dar con la imitación adecuada que no siempre es la que eclosiona. La imaginación del montador de moscas es muy rica y los materiales muy diversos: hilos de torzal o de seda, pelo de liebre o conejo, culo de pato, materiales sintéticos ... y, como no, la pluma.
En el valle del río Curueño, próximos a la Vecilla, se ubican una serie de pueblos famosos por sus gallos de pluma. Campohermo, La Cándana, Aviados... son algunas localidades en las que se producen los indios y los pardos que han hecho famosas las moscas para la pesca de León. En ahogada y en seca las moscas confeccionadas con esta pluma tienen un brillo y una textura incomparable. Si se sacan los gallos fuera del valle y tras la primera «pela» la pluma degenera y pierde sus propiedades. De forma previa a la apertura de la temporada se celebra la feria de La Vecilla. También en los grandes almacenes, como el Corte Inglés, suelen exponerse plumas y otros materiales que siempre atraen al pescador.
Indios y pardos
Nadie sabe a ciencia cierta desde cuándo se crían los gallos de pluma en la comarca del Curueño. El documento más antiguo que se conoce referido al arte del montaje de moscas artificiales, el Manuscrito de Astorga, perteneciente al patrimonio provincial y de un valor incalculable data del año 1.624. Este manuscrito que en su día la Diputación regaló a Francisco Franco, está desaparecido, probablemente vendido por la familia del Dictador. En él se hace una clara referencia al tipo de plumas empleadas, por lo que cabe suponer que ya existían hace casi cuatrocientos años. La cría de estos gallos se mantiene gracias al voluntarismo de una serie de criadores que han heredado esta tradición y se resisten a perderla. Sin ningún tipo de ayudas y con multitud de problemas esta tradición subsiste sirviendo, desde el punto de vista económico, para complementar las economías familiares, si bien también es la base de producción de alguna pequeña empresa. Dos razas, con bastantes matices cada una de ellas, constituyen el grueso de esta variedad de gallos de pluma: Los pardos y los indios.
Los pardos son algo mayores, más esbeltos y fuertes. Las plumas del cuello son alanceadas de colores que van desde el amarillo al blanco. Estas plumas, especialmente en los ejemplares que tienen un mismo colorido que las del riñón, son las más apreciadas para el montaje de moscas secas. Para las ahogadas la pluma de mayor calidad es la del riñón por delante de las colgaderas. Constituyen una capa de gran calidad, con brillo y moteado asimétrico que por su «penca» corta o alargada reciben diversos nombres: Aconchado, corzuno, encendido, tostado, sarrioso, flor de escoba, langareto ... éste último ya desaparecido salvo algunos mazos que constituyen un auténtico tesoro. Los indios, procedentes de la raza andaluza, se han aclimatado perfectamente a la dura climatología montañesa y, tras diversos cruces, han dado lugar al ave actual. En las plumas de gallo indio también hay diversas variedades utilizadas para el montaje de moscas que pescan en una u otra época del año. Indio acerado, avellanado, rubión, negrisco, plateado ... El arte de criar, pelar, y conservar estas plumas ha ido pasando de generación en generación. Un oficio que nunca debería perderse.
El montaje
Las fibras procedentes de pluma de ave sirven para fabricar desde al torax, el abdomen, las antenas o las patas del insecto. Para todos estos menesteres se utilizan plumas de especies muy variadas que van desde el buitre, la garza, la perdiz parda, el pato o la becada entre otras. Las alas, sin embargo, son punto y aparte. Imprescindibles en la mosca ahogada, las plumas de los gallos de León también se usan en las moscas secas. Tan solo determinadas emergentes y algunas ninfas pueden montarse sin utilizar estas plumas cuyo brillo y textura atraen a las truchas más exigentes. Hay en día, y cada vez mas debido a la pérdida de genética por las repoblaciones, las truchas pican a cualquier mosca. Hace años era imposible ir al río, bajando éste en buenas condiciones, sin ver cebarse alguna trucha. Ahora todo es distinto. Cuando las pocas pintonas que se «ponen» a comer se muestran selectivas la eficacia de las moscas montadas con los pardos y los indios de León es incuestionable en mosca ahogada y tan solo comparable a la de culo de pato en mosca seca. A estas alturas del mes de marzo los pescadores van rellenando sus cajas de moscas o confeccionando sus cuerdas de mosca ahogada soñando ya con la picada de la pintona que, unas veces será devuelta al agua y otras pasará a degustarse frita, guisada, asada o en la típica sopa de truchas. En este último caso conviene recordar que el cupo para esta temporada serán cuatro ejemplares por pescador y día.