ciclismo. tour de francia
Voeckler evita el esprint masivo
El francés estropeó el porcentaje de victorias de Cavendish y en Astana no pasó nada, los nueve componentes del equipo hicieron lo que se esperaba de ellos
Thomas Voeckler ganaba la etapa, después de atacar a sus compañeros de escapada, con los que había compartido 173 kilómetros, cuando faltaban cuatro para la meta. Eso le salvó puesto que sus acompañantes acabaron siendo engullidos por un pelotón al que dio tiempo Mark Cavendish. Su equipo, Columbia, lleva acumulado mucho trabajo seguido desde el lunes, y se les descontroló el tiempo de los escapados. Calcularon mal, sobre todo las fuerzas que le quedaban a Voeckler, que ya sabe lo que es portar el maillot amarillo en el Tour, en 2004. Lo tuvo durante seis días.
Hay corredores que llegan a muchos minutos de los primeros porque se han dejado la piel en los kilómetros que nadie ve. Otros llevan pegados a sus líderes a rueda, tragándose el viento, el polvo de la carretera, dándoles agua. Son niñeras de lujo. Si un corredor no quiere entregarse al esfuerzo, es difícil saber si ha dado todo lo que podía a la hora de trabajar.
Es mejor un grupo de personas fieles, que mercenarios pagados con dinero. Siempre se corre el riesgo de que les duela algo. Da lo mismo el deporte. Johan Bruyneel, director del Astana, ha vuelto a decir que piensa en el equipo, no en un determinado corredor: «el más fuerte será el que gane la carrera». Tiene varios frentes abiertos, sobre todo con quien le paga, Kazajistán, lo que puede resultar peligroso.
La Tramontana, un viento que azota toda esta zona con fiereza, volvió a agitar las entrañas del gran grupo, que se estiró, para quedarse en un hilo muy fino que llegó a romperse en los sesenta kilómetros finales que discurrían junto al mar, es decir, en la parte de la verdad. El maillot amarillo tensó el grupo. Cancellara se mueve en el cielo en un terreno como el de este miércoles, con el viento entrando de costado, azotando un grupo que se fracturó.
Dos décadas después, el Tour vuelve a salir del letargo en el que las tardes de julio terminan por envolverse en determinadas ocasiones. Armstrong y Contador están metidos en una especie de vértigo que no presagia nada bueno, que sirve para comprender hasta donde el éxito o el fracaso es capaz de llevar a las personas.
Todo se une a ese enfrentamiento, un combate físico y psicológico, que de forma soterrada mantienen Lance Armstrong y Alberto Contador.
Mientras que equipos como el Rabobank no están brillantes en estos primeros compases de la carrera otros como los hombres del Silence andan mucho por el suelo.