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MOTOCICLISMO. GRAN PREMIO DE VELOCIDAD CIUDAD DE LA BAÑEZA

35 magníficos y un padrino

Álvaro Bautista da lustre a un día de motociclismo con mayúsculas que tuvo también espacio para el homenaje a los ganadores del GP con la Vuelta de los Campeones

Falagán junto a Pepín San Millán y sus mecánicos

León

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Un campeón del mundo y candidato a repetir en lo más alto del podio no podía faltar a una cita campeona como el Gran Premio de Velocidad. Y Álvaro Bautista no decepcionó a los miles de aficionados que esperaban al talaverano en La Bañeza. Con los entrenamientos libres ya en marcha el piloto de Aprilia hacía acto de presencia en el trazado. Accesible y sencillo no cesó de firmar autógrafos y hacerse cientos de fotos con todo aquel que se lo solicitaba. Porque el padrino de este Gran Premio, el de las bodas de oro, había llegado a La Bañeza para disfrutar de una jornada intensa y especial en la que las motos ocuparon el único protagonismo.

Pero lo mejor estaba por llegar. A eso de las 13.40 horas Álvaro Bautista se montaba en un coche descapotable para comandar la Vuelta de Campeones, la misma que por vez primera en la historia del GP de Velocidad ha podido reunir a los 35 magníficos. O lo que es lo mismo, a los campeones que con su esfuerzo e ilusión han hecho posible junto a los integrantes del Motoclub, los bañezanos y los miles de aficionados que cada año acuden a la carrera, que esta haya cumplido 50 ediciones y que aspire al menos a sumar otras 50 más.

Junto a uno de lo s baluartes del motociclismo mundial se encontraban los que han hecho grande este deporte en el pasado encabezados por el último campeón del mundo en la historia de los 80cc, Champi Herreros, Escuder, Javier «Barrina» Oltra con sus nueve entorchados en La Bañeza (récor de la prueba), el santanderino Pepín San Millán (siete veces triunfador y aún candidato a ampliar su palmarés en el futuro), Daniel Mateos, Andrés Sánchez Marín, César Gracia, Díaz Valdés, David Vélez o Pérez Rubio por citar a alguno de esas 35 leyendas que no dudaron en arropar al Motoclub en sus bodas de oro y a la vez recibieron el tributo de una ciudad y una afición que a pesar del paso de los años les sigue idolatrando. Buena parte de ellos lo hicieron subidos a las motos con las que firmaron tantas gestas y otroe en coches descapotables para que a lo largo de cuatro vueltas los cerca de 50.000 aficionados que presenciaban el Gran Premio les premiaran con una larga, sonora y mereci da ovación.