España está en cuartos (68-90)

La mala impresión general que venía ofreciendo España en el campeonato, remontada parcialmente en veinte buenos minutos frente a Lituania, agigantaba temores infundados. De pronto, hay quienes veían los bucólicos molinos de Polonia como auténticos gigantes con las fauces abiertas. Pero el talento no entiende de ficciones y la mejor manera de solventar el obligado pase a cuartos de final era acabar con el partido nada más empezar. O sea, reducir la presunta representación en cuatro actos a un par de escenas trepidantes que dejasen al anfitrión patas arriba.

Y así fue. No habían transcurrido treinta segundos y Pau Gasol llevaba cinco puntos, una penetración y un triple. El catalán propuso a Gortat reducir la pugna entre dos equipos al uno contra uno de los playground estadounidenses. Se habían visto las caras hace tres meses en la final de la NBA. El pívot de los Lakers, en su condición de lugarteniente principal del mejor jugador del mundo; el polaco, como relevo de Howard, la bestia física.

Protagonista contra secundario entonces; exactamente lo mismo ahora. Gortat juega el baloncesto con esa mueca de esfuerzo físico imprescindible en los tipos esforzados que compensan sus limitaciones técnicas con decilitros de sudor. Pau interpreta este juego como una sucesión de fulgores deslumbrantes: un reverso ahora, un ganchito después... Sutiles peleas individuales de las que sale sin apenas cansancio. Se diría que después de esas canastas podría marchar a la boda de un amigo casi sin pasar por la ducha. Y, sin embargo, resultó clave en tareas defensivas, con esos brazos infinitos que desvían las parábolas de los tiros. España ya está en cuartos.