La UE y EE.UU. pactan incentivos y penalizaciones para acelerar Cielos Abiertos
La presidencia española logra cerrar el acuerdo para liberalizar el mercado aéreo
Cuatro meses han bastado para dar el acelerón definitivo que necesitaba el acuerdo de Cielos Abiertos entre Estados Unidos y la Unión Europea. Tiempo en el que, reconocen ambas delegaciones, la presidencia española de la UE ha jugado un papel esencial. No en vano España se había fijado como «objetivo prioritario» de su mandato semestral el concluir con éxito el asunto. La semana pasada en Bruselas se puso la rúbrica a un entendimiento que, en realidad, se alcanzó un poco antes en Madrid.
El pacto busca, entre otras muchas cosas, completar la liberalización del mercado aéreo entre ambos lados del Atlántico. Una apertura iniciada en el 2007 con la primera fase del convenio -”puesta en marcha el 30 de marzo del 2008-” y que corría el riesgo de convertirse en papel mojado -”con el consiguiente peligro para las aerolíneas europeas-” de no sellar una nueva alianza antes del próximo mes de noviembre.
Para avanzar en la puesta en marcha del compromiso, EE.UU. y la UE han fijado un novedoso sistema de incentivos que ayude a ambas regiones a avanzar en la armonización de leyes y la eliminación de barreras a la competencia. Las fórmulas buscadas hacen que la lógica empresarial y la necesidad de que el negocio prospere se impongan a los eventuales contratiempos políticos.
Así lo señala la secretaria de Estado de Transportes, Concepción Gutiérrez, quien recuerda que el «objetivo esencial es mejorar las posibilidades de inversión en el sector». «Que sea la propia industria la que presione para que todo avance», añade.
Gutiérrez explica que una de las claves para que la alianza llegue a buen término es la creación de un comité conjunto, formado por representantes de ambas administraciones y de los sectores interesados, que velará porque EE.UU. y la UE caminen a la par en los cambios normativos que sean precisos.
Algo esencial, pues el sistema de alicientes tiene su contraparte en un programa de penalizaciones para quien vaya más lento, y que consiste básicamente en la congelación de los derechos obtenidos en los últimos años. «No te quito nada, pero tampoco te doy más», detalla Gutiérrez.
Las ventajas son muchas. Entre ellas, la posibilidad de que las aerolíneas se beneficien de la denominada en lenguaje aéreo séptima libertad, que no es otra cosa que la posibilidad de volar desde EE.UU. o la UE, según el caso, a terceros países sin que tenga que existir ninguna escala en el país del que es la aerolínea. Por ejemplo, que Iberia vuele entre Washington y Canadá.