Los tres años de crisis mundial pasan factura a la economía española
El estallido de la burbuja inmobiliaria y el endeudamiento excesivo que ha vivido España han puesto en su sitio al país que presumía de ser la octava economía
Principios de agosto del 2007. Hacía dos meses que el banco de inversión norteamericano Bearn Stearns había dado a conocer al mercado las graves pérdidas de dos de sus fondos que invertían en hipotecas de alto riesgo, también llamadas subprime o basura, concedidas a personas sin ingresos estables, que no pudieron responder a los compromisos cuando los tipos de interés rebasaron en Estados Unidos el 5,25%. Hasta entonces, ninguna alarma seria había llegado a España.
Nuestra renta por habitante -”22.806 euros en el 2006-” crecía a buen ritmo, el consumo de los hogares aumentaba a un promedio del 3,6% anual, la actividad de la construcción se incrementaba un 5% cada ejercicio, el precio medio del metro cuadrado de vivienda estaba por las nubes y, pese a que el Euribor a un año estaba en el 4,564%, la constitución de hipotecas aumentaba en tasas de dos dígitos.
Escandalizaba entonces que el número de parados apuntados en el Inem hubiera rebasado en dos ocasiones recientes los dos millones -el Gobierno hablaba de un «bache» para justificar el dato, uno de los peores en la ya declinante legislatura- pero la Encuesta de Población Activa, la referencia más fiable del mercado laboral, había cerrado junio con 1.760.000 desocupados y una tasa de paro del 7,95% de la población activa, que luego resultaría ser su más bajo registro en décadas.
España no tenía productos basura, pero empresas y familias se habían endeudado muy por encima de sus posibilidades, y se construían 700.000 viviendas al año para una demanda que, en el mejor de los casos, no superaba las 400.000. En torno a la producción de casas y al turismo -”60 millones de extranjeros nos visitaron en el 2007-” giraba casi un tercio de la actividad nacional.
Mientras en el exterior se sucedían las quiebras bancarias y los rescates, y afloraban escándalos como la estafa piramidal de Bernard Madoff, el mayor fraude financiero de la historia, el pinchazo de la burbuja inmobiliaria desinflaba con rapidez el crecimiento español y acarreaba secuelas indeseables: el muy rápido incremento del paro hasta el 20%, el aumento de la morosidad que ahora ronda el 5% y pasa del 8,7% si se suman las adjudicaciones de pisos y suelo a bancos y cajas, y la escalada de los números rojos de las cuentas públicas. Pese a que el BCE corrigió pronto el tiro, muchos hogares españoles, endeudados y con ingresos menguantes dejaron de pagar al banco.