Cuando España rozó el precipicio
Esta semana se cumple un año de la crisis en la que los mercados hundieron la Bolsa y dispararon el coste de la financiación, y la presión extranjera forzó un drástico cambio de las políticas del Gobierno
Parece que hace un siglo. Pero ha transcurrido solo un año desde que la primera gran crisis del euro, generada por la desconfianza de los mercados en los países periféricos y que colocó a Grecia al borde del abismo, obligó al Gobierno español a cambiar radicalmente la orientación de sus políticas bajo la presión de los grandes países europeos. El sábado 9 de mayo de 2010 la vicepresidenta económica, Elena Salgado, transmitió a sus colegas en el Consejo de Economía y Finanzas celebrado en Bruselas la aceptación del presidente Zapatero a aplicar severos ajustes presupuestarios que luego se traducirían en la rebaja de sueldos de los funcionarios, la congelación de las pensiones y la supresión de ayudas sociales como la del cheque-bebé, de las que había hecho su bandera.
La primavera del pasado año había llegado muy revuelta. A la urgencia del rescate griego y el eventual contagio a Portugal siguieron fuertes ataques especulativos en los mercados de valores y de deuda españoles. El 28 de abril, la agencia de calificación Standard & Poor-™s rebajó la nota de España y, por si fuera poco, la colocó en perspectiva negativa, con el argumento de que se avecinaba un largo periodo de crecimiento débil y las dificultades no habían hecho más que empezar. Los bancos ya tenían constancia de ello, al encontrar prácticamente secas sus fuentes mayoristas de recursos. Y aunque los más optimistas atisbaban el fin de la recesión, la Encuesta de Población Activa del primer trimestre dejó constancia de la tremenda secuela que iba a dejar una economía deprimida, al arrojar la cifra de 4,6 millones de parados, más del 20% de la población activa.
El Gobierno, que ya había intentado enderezar las cuentas por el lado de los ingresos con acciones como el anuncio de la subida del IVA a partir del 1 de julio del 2010, aprobó en Consejo de Ministros unas medidas de ahorro basadas en la supresión de empresas públicas -”muchas de ellas inactivas-” y el reajuste de altos cargos. Dado que solo permitían economizar unos 16 millones de euros, los expertos no dudaron en calificarlas de ridículas.
«Vende España», que está a punto de pedir un rescate financiero, fue la recomendación que se extendió, de pantalla a pantalla, entre los agentes de los diferentes mercados en el arranque de mayo del pasado año. Más osado, algún banco de negocios llegó a estimar en 280.000 millones de euros la demanda urgente de un país cuyo déficit se había disparado con la crisis, aunque con una deuda pública todavía contenida en relación al Producto Interior Bruto. La idea «es una absoluta locura», intentó rebatir Zapatero con poco éxito.
En la Moncloa empezaban a calar las dificultades que presentaba combatir la fuga de los inversores en momentos en que el Tesoro tenía programadas importantes emisiones y una parte notable del sector bancario, seriamente tocada por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, era fuertemente dependiente de la financiación exterior... El presidente del Santander, Emilio Botín, se encargó de comentar al Jefe del Ejecutivo, en un discreto encuentro personal, lo delicado de la situación.
1397124194 Fuertes pérdidas. La tormenta que se venía fraguando estalló en la semana del 3 al 7 de mayo. El ibex 35 de la Bolsa española cedió en cinco sesiones el 13,78%, su mayor pérdida semanal desde la quiebra de Lehman Brothers, y la prima de riesgo -“diferencia entre la rentabilidad de las obligaciones españolas a diez años y el bono alemán del mismo plazo- se elevó un 60%. Los parqués europeos también sufrieron el impacto, y el contagio se extendió hasta el otro lado del Atlántico. Menos perceptible, pero más dramático, era el rechazo de los inversores a comprar deuda española, tanto pública como privada, ni siquiera a elevados precios.
Los líderes europeos acordaron durante el siguiente fin de semana medidas extraordinarias: la principal de ellas, la dotación de un plan de rescate para que los socios del euro en dificultades pudieran exhibir esa fortaleza ante los especuladores. Sumado a la aportación del FMI, alcanza un importe de 750.000 millones de euros. Pero fueron los ministros de Economía y Finanzas los que ejercieron particular presión sobre su colega española, la vicepresidenta Salgado, para forzarle el compromiso de nuevas medidas de ahorro público por importe de 15.000 millones adicionales.
«He pasado alguna noche sin dormir. La del 9 al 10 de mayo la pasé en blanco, primero en contacto telefónica con la vicepresidenta, que estaba negociando en el Ecofin nuestro compromiso de reducir el déficit un punto y medio más, que supuso un esfuerzo grande para nosotros. Luego estuve a la espera de ver cómo reaccionaban los mercados. Digamos que pasé la noche esperando al índice Nikkei», confesó el presidente Zapatero, muchos meses después.
No solo el Nikkei reaccionó bien, sino que el Ibex-35 registró el lunes 10 de mayo la mayor subida de su historia en términos relativos, nada menos que un 14,4%. Pero al Jefe del Ejecutivo aún le quedaba por delante el mal trago de anunciar recortes tan significativos del gasto social como la rebaja del sueldo de los empleados públicos en un 5% y la congelación de la mayoría de las pensiones. Otros ajustes, y la aplicación de las reformas -”laboral, pensiones-”, vendrían más adelante. Pero el primer paso ya estaba dado.