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Los griegos rechazan el tijeretazo que sufrirá el país para evitar la quiebra

Publicado por
íñigo domínguez | atenas
León

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El pasado 25 de mayo todo sucedió muy rápido, por el impacto que causaron en Grecia las protestas espontáneas de los Indignados de la Puerta del Sol. España, comparado con Grecia, está divinamente y los griegos se lo tomaron como un tirón de orejas. Un cartel irónico que decía -˜Cuidado, que no se despierten los griegos-™ sentó como un tiro. Pero funcionó. Miles de personas tomaron la plaza de Syntagma, frente al Parlamento. Este impulso no salía de la nada, pues los griegos llevan más de un año protestando por la crisis, pero tocó algo más profundo: un disenso radical con el sistema. En el caso griego con más motivo, pues llevan décadas de negligencia y corrupción, que han llevado al país al abismo en que se encuentra: una deuda de 360.000 millones descubierta al destaparse los trucos en las cuentas públicas en octubre del 2009.

En Syntagma predominan los jóvenes, pero se ve gente de toda edad y condición. Durante el día jubilados, parados y amas de casa pasan a discutir de política en corros improvisados. Hablando con ellos se palpa mucha ira acumulada, pero sobre todo impotencia y desorientación: no saben qué hacer ni cómo. Por eso su principal arma es estar ahí y protestar, y en eso muestran una gran fe y entusiasmo. Las soluciones se buscan cada día, en asambleas públicas que congregan, como mínimo a un millar de personas a las nueve y media de la noche. Uno de sus manifiestos dice así «Estamos indignados porque unos pocos deciden por nosotros, pero sin nosotros, hipotecan nuestro futuro, nos imponen deudas que no benefician al pueblo, sino a los bancos y a los gobiernos, y nos amenazan con el terror de la bancarrota. No queremos más préstamos. No queremos que se vendan el suelo y la propiedad públicos. No queremos que se socialicen las pérdidas y se privaticen los beneficios. Juntos tomaremos nuestra vida en nuestras manos». Esta semana los grupos violentos han deformado la imagen de la gente de la plaza, una inmensa mayoría pacífica que fue gaseada sin contemplaciones. En estas líneas unos pocos cuentan por qué están en Syntagma. Algunos no dan su apellido y otros no deseaban ser fotografiados, pero todos tienen muchas ganas de hablar. Giorgio Dimitris, 50 años. empleado público en un hospital, ha pasado de cobrar 1.200 a 1.000. Ahora se lo volverán a rebajar. «Dicen que lo bajarán hasta un 40%. Vivir así es casi imposible», asegura.

Despina Espirisake, de 17 años, señala que «todas las puertas están cerradas. Por eso tenemos que seguir luchando, sobre todo los jóvenes, conseguir un proyecto para una vida mejor». Su madre está en paro y a su padre, empleado en un comercio, le han bajado el sueldo un 30%.

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