Diario de León

El euro resiste a la crisis de deuda

Los inversores desconfían de los países y de los políticos, pero no de la moneda . común, cuyo canje con el dólar apenas se ha recortado un 15% desde su nivel máximo.

El italiano Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, antes de una rueda de prensa.

El italiano Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, antes de una rueda de prensa.

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m. j. alegre | madrid
León

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En el epicentro de la crisis de la deuda soberana europea, el euro resiste sin sobresaltos. Mientras doce de los diecisiete países socios de la moneda única están viendo fuertemente encarecido el coste de su financiación a largo plazo, tres de ellos —Grecia, Irlanda y Portugal— han sido rescatados e Italia y España se encuentran en el foco de los ataques especuladores, la divisa muestra una resistencia sorprendente. Los inversores desconfían de los países, de la capacidad de sus políticos para contener el gasto y de la voluntad de los dirigentes europeos para colaborar en un verdadero gobierno económico común, explican los expertos.

Los efectos de la tormenta que se abate sobre la deuda han supuesto un lastre para las Bolsas pero, en las últimas jornadas, también la renta variable se está librando del contagio directo. Y los analistas buscan también explicaciones para la fortaleza que está demostrando el euro. Con datos del cierre de la Bolsa del viernes, un euro se canjeaba por 1,35 dólares, apenas un 15% menos de las 1,60 unidades que alcanzó en el punto máximo de cotización máxima de su historia, en el arranque del 2008.

1397124194 Comparaciones. Tan ligero deterioro se registra en momentos en que la prima de riesgo de España —rentabilidad extra que se exige al Tesoro de un país respecto a la que Alemania paga por sus títulos equivalentes— se encuentra en 441 puntos básicos, un 136% más que hace justamente un año. La de Italia se mueve por encima de esa magnitud —468 puntos el viernes—, mientras las de Austria y Francia se acercan o rebasan los 200 y la de Bélgica ha superado los 300. El descalabro se ha producido para todos estos países con igual rapidez, pese a que alguno de ellos, como Francia, conserva la máxima calificación de solvencia en sus emisiones.

No es, por tanto, una crisis del euro —el valor de la moneda apenas se ha resentido— sino del modelo de convivencia de los países. La pertenencia a un área monetaria común complica la vida a los países más vulnerables —y ahora, también, a poderosos— porque los vínculos establecidos en la Unión son limitados, y los grados de desarrollo, asimétricos. Y los líderes han empezado a hablar lenguajes distintos.

Cuando Alemania aboga por ‘más Europa’ está exigiendo que sus socios cedan soberanía en la decisión y el control sobre sus presupuestos, mientras otros países querrían que la solvencia germana les sirviera de garantía para obtener financiación más barata en los mercados. Merkel considera a otros países miembros de la zona euro unos manirrotos, y estos le atacan por su inflexibilidad a la hora de acudir en su socorro.

Así se explica que la aplicación de los acuerdos del 26 de octubre, que debieran servir para sofocar la crisis de la deuda, se eternice, mientras los especuladores se aprovechan y el BCE está tratando de apagar en fuego con compras masivas de títulos italianos y europeos, lo que saca de quicio a los ortodoxos alemanes sin resolver el problema de fondo.

Partidaria de reformar los Tratados para imponer más disciplina económica, Alemania se muestra contraria a que los cambios permitan ampliar el campo de actuación del BCE. Si la autoridad monetaria no puede comprar deuda directamente a los países emisores, le queda la posibilidad de seguir realizando compras masivas en los mercados secundarios y de asumir un mayor compromiso con esa estrategia de apoyo.

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