El empleo se recupera en Estados Unidos pese a no haber estímulos

Consumido por el interminable debate sobre el techo de la deuda, Barack Obama vivía sus horas más bajas a comienzos de agosto pasado, con los índices de popularidad por los suelos. Fue, en parte, fruto de la estrategia de bloqueo de los republicanos, que preferían la asfixia del Ejecutivo a cualquier política de colaboración desde el Congreso. Con un índice de desempleo cercano al 10%, Obama tenía que hacer algo pronto si no quería entrar a formar parte de ese axioma de la política estadounidense, que estipula que ningún mandatario logra la reelección con un paro superior al 6%. Solo una excepción: Ronald Reagan salió victorioso con un 7%, tras rebajarlo apenas tres puntos en su primer mandato.

Con la mente puesta en una remontada así, el actual inquilino de la Casa Blanca ordenó a su equipo económico que le tuvieran listo un contundente plan de estímulo a la vuelta del verano. .

Su determinación por un rol dominante del dinero público para combatir la crisis era la misma con la que se embarcó en aquel gigantesco paquete de estimulo de 789.000 millones de dólares tras la caída de Lehman Brothers. La gran diferencia respecto al 2009 era un Congreso hostil que seguía oponiéndose a rajatabla a todo lo que oliera a más intervencionismo desde Washington.

Logró Obama sacar adelante un solo artículo de su sonado plan de empleo. Apenas un mes después, el proyecto estaba muerto. Los argumentos con los que había mareado a la nación durante semanas fueron triturados por los ahora aspirantes republicanos a la Casa Blanca.

En medio de tanto ruido, octubre sorprendió a todos con una modesta bajada del desempleo y se ha tornado ahora en una sólida tendencia que ha superado todas las expectativas. El pasado enero, la economía tuvo una ganancia neta de 243.000 puestos de trabajo situando el índice de paro en el 8,3%, el mismo nivel que había cuando Obama llegó a la Casa Blanca.