Diario de León

Cinco años de crisis: de las hipotecas basura a la ruptura de la moneda única

EE.UU., origen de la depresión universal, levanta cabeza pero no afianza la recuperación.

El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, en una imagen de archivo.

El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, en una imagen de archivo.

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juan p. nóbrega | nueva york
León

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La deuda pública es una losa incontenible y el desempleo (8,2%) se mantiene en niveles intolerables para los estándares estadounidenses mientras los dos grandes partidos nunca han estado tan alejados en las recetas para devolver el brillo a la alicaída economía de la gran potencia.

Cinco años después del estallido de la crisis de las hipotecas basura, Estados Unidos sigue pagando un precio muy alto por los excesos de su capitalismo especulativo. Como responsable de aquella debacle que tomó cuerpo en agosto del 2007, su desempeño para poner los cimientos de un marco regulatorio más saludable al sistema financiero deja mucho que desear. Tampoco se ha erigido en un valioso faro que sirva de guía para la recuperación en otras zonas del mundo. En lugar de eso, su clase política ha adquirido la costumbre de culpar a Europa del agravamiento de la situación global.

Si en Bruselas se echa de menos una unión política eficaz para salvar la moneda única, el principal lastre en Washington lo representa la visión irreconciliable de demócratas y republicanos sobre el rol del gasto público y los impuestos. Los conservadores, obsesionados con el control del déficit, han privado a Obama durante cuatro años del apoyo necesario en el Congreso para sacar adelante importantes paquetes de estímulo que habrían mejorado la actividad económica y el paro. Muchos economistas defienden una combinación de mayor gasto federal y una subida de impuestos a los ricos como mejor medicina para curar las heridas de esta Gran Recesión. Con sus propios medios, EE.UU. tendría a su alcance —argumenta el Nóbel Paul Krugman— las herramientas para una mayor prosperidad interna y, de paso, para dejar claro a los mercados que pueden volver a confiar en el ‘amigo americano’.

Eficacia

Vistas con perspectiva, las medidas de EE.UU. para aplacar las consecuencia de la crisis han sido más eficaces que en Europa. Claro que la naturaleza del gobierno federal ha posibilitado el saneamiento del sistema financiero o el auxilio a estados al borde de la asfixia —Florida, con una burbuja inmobiliaria similar a la de España, ha salido del pozo—, con unos automatismos que para sí quisiera la Comisión Europea. La Reserva Federal también ha sido más eficaz en su papel de apagafuegos y estabilizador del sistema que el BCE. Con poderes muy similares a la Fed, el BCE podría haber dictado una política monetaria más expansiva.

Este engranaje institucional mejor engrasado ha permitido que sectores enteros de la economía pasaran de la quiebra a los beneficios con relativa rapidez. Tómese la industria del automóvil, al borde del desguace tras en 2008 y hoy uno de los pilares de la creación de empleo.

La sensación general es que Estados Unidos ha hecho los deberes para mantener su barco a flote, pero los débiles aparejos colocados serían incapaces de aguantar un nuevo temporal. Nouriel Roubini, el profesor de la Universidad de Nueva York llamado por algunos ‘Dr. Doom’ (el Doctor Pesimismo) por anticipar la crisis financiera del el 2008, cree que el empeoramiento de la crisis de la deuda en Europa volvería a poner de rodillas a EE.UU., pero también avisa de que la prolongación de una errónea política de aumentos impositivos y recortes de gastos en casa podría ser igualmente letal.

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