El estigma del fraude fiscal en las pequeñas y medianas empresas

El fraude fiscal es uno de los males endémicos de la economía española, al que todas las reformas laborales intentan hincar el diente. Y el dedo acusador siempre apunta hacia las pequeñas y medianas empresas, sobre todo las primeras, y ya no digamos los autónomos. A decir de algunos expertos, en este estrato empresarial se concentra gran parte del fraude.

En muchas ocasiones, añaden, el engaño al fisco viene determinado por un puro instinto de supervivencia. La distribución «errónea» de los impuestos «incentiva el fraude fiscal e impide avanzar a las empresas. La mayor parte de ese fraude proviene de las pymes, que viven al margen, porque su forma de sobrevivir es eludiendo la fiscalidad», asevera Michele Boldrin, doctor en Economía y profesor de la Universidad de Santa Luis.

«El problema es que si el Gobierno saca a la luz ese fraude, acabaría con ellas (las pymes). Esto supondría terminar con un porcentaje del PIB que oscila entre el 10% y el 15%». Boldrin cree básico redistribuir la carga de los impuestos, de forma que «se bajen las cotizaciones sociales, porque gravando al empleo no se perjudica a las grandes empresas, sino que los verdaderos damnificados son los trabajadores. Si los impuestos sobre el trabajo son tan altos, será difícil trabajar en España, y si se consigue empleo, el sueldo será muy bajo».