Cuando lo bueno empieza a los 60
La mitad de los presidentes de las grandes empresas supera ya la edad de jubilación mientras se reabre el debate generacional que no todas tienen cubierto .
Muchos españoles, más aún con los severos rigores laborales que ha traído la crisis, ven llegar a los 65 años trabajando como un reto casi digno de los 12 trabajos de Hércules. Es justo la frontera necesaria para alcanzar hoy en día la edad legal de jubilación tras la última reforma del sistema de pensiones. En las alturas de las grandes empresas, sin embargo, superar esa barrera resulta casi anecdótico. Allí el paso del tiempo se contabiliza de otra forma.
Las cifras resultan elocuentes a este respecto. Si tomamos las 40 principales compañías españolas, la mitad de sus presidentes supera ya la edad prevista para el retiro -de hecho, la media dentro del Ibex es de 63,5 años- y, sin embargo, muchos no se han planteado todavía decir adiós. Al menos, no seriamente.
Y eso que en casi una decena de casos superan ya la barrera de los 70 años e incluso hay dos que, en otras circunstancias, serían calificados simplemente de octogenarios. El adjetivo, sin embargo, minusvaloraría la trayectoria y el desempeño actual de dos de los principales empresarios de este país y cabezas visibles de sendos emporios familiares. Hablamos de Juan Miguel Villar Mir, de 83 años, y José Lladó, de 80.
Dado que las empresas familiares «miden el tiempo por generaciones y no por trimestres» -explica Josep Tàpies, profesor de Dirección Estratégica del Iese y autor de varios estudios sobre la materia-, su principal reto es la transición entre distintos escalones de la saga. «En ese proceso se juegan la continuidad», advierte al tiempo que apunta que el componente emocional, «siempre omnipresente», es incluso «un poco más fuerte en esos casos».
Claro que tampoco eso debería suponer un problema insalvable. De hecho, en la mayoría de las ocasiones -incluso en las imprevistas- ese relevo se hace de forma ordenada, apuntan otros expertos. Es el caso, por ejemplo, del ascenso a la presidencia de El Corte Inglés de Dimas Gimeno tras el fallecimiento de su tío, Isidoro Alvarez, a los 79 años.
«La sucesión es un hecho previsible y, por tanto, susceptible de planificación», asevera el profesor Tàpies. Sobre todo -coincide en ello con otros investigadores del tema-, porque el cambio en la gestión «no necesariamente» ha de implicar otro en la propiedad, y viceversa. Y esto es aplicable a todas las empresas, familiares o no. «Si a las compañías del Ibex -afirma- les pillara por sorpresa una sustitución, sobre todo de esa importancia, habría que poner un suspenso a todo el consejo».