Diario de León

El drama humano de la bolsa china

El 80% de los inversores del país son gente de a pie. Muchos sufren toda una calamidad.

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Zigor Aldama | Shanghái
León

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A menudo se repite que cualquier coincidencia entre la economía real china y la bolsa del gigante asiático es pura casualidad. Efectivamente, las cotizaciones en los parqués chinos rara vez reflejan el rumbo de las empresas, y los índices selectivos guardan poca relación con el comportamiento macroeconómico del país. Pero eso no obsta para que los vaivenes del mercado de valores tengan un importante impacto en la vida de parte de la población. Es más, desde la primera gran corrección del verano pasado, algunos dramas coquetean con la tragedia. Al fin y al cabo, el 80% de los inversores está compuesto por gente corriente. Y algunos se han expuesto en exceso al casino del parqué.

Es el caso de Chen, nombre ficticio de un pequeño empresario de la provincia oriental de Zhejiang que comercia con piezas para maquinaria pesada. «Comenzó a invertir hace cuatro años, y las primeras ganancias le convencieron de aumentar sus apuestas», cuenta su hija menor, una publicista residente en Shanghái. La opinión generalizada entonces era que la bolsa nunca cae. Es más, era un hecho que ofrecía ganancias mucho más jugosas que el sector inmobiliario, por ejemplo. «Así, lo que empezó con una inversión de decenas de miles de yuanes (miles de euros) acabó aumentando hasta los cinco o seis millones de yuanes (en torno a 850.000 euros)».

Y lo que desconocían tanto la hija como su mujer, responsable legal de la empresa familiar, es que el padre había comenzado a pedir prestado para invertir. «De nuevo, al principio las sumas fueron pequeñas y los resultados muy positivos».

Recurrir al préstamo

Chen pudo mantener en secreto los préstamos que pedía en nombre de la empresa, y la familia logró adquirir una nueva vivienda en Shanghái y dos coches de marca noble. La Bolsa los impulsó a la clase más acomodada. Pero, quizá guiado por la exacerbada avaricia que caracteriza al inversor chino, Chen decidió aumentar la apuesta. Doble o nada. «El banco ya no le daba más crédito, así que pidió a prestamistas ilegales. Y me hizo a mí firmar como garante. Yo me fié porque él me dijo que era para aumentar el negocio de la empresa y poner en marcha nuevos proyectos en el sector industrial», cuenta la hija, que tenía un pequeño apartamento en propiedad.

Todo fue sobre ruedas hasta que, hace unas semanas, Chen soltó la bomba en casa: están arruinados y deben casi cinco millones de yuanes (715.000 euros). Ahora la familia vive un drama que ya se ha cobrado el matrimonio de Chen. «El problema es que algunos de nuestros mejores amigos también han perdido grandes sumas en la Bolsa. La mayoría fue impaciente y vendió las acciones en verano, justo con la gran tormenta, y ha vuelto a comprar poco antes del batacazo actual. Así que no tenemos a quién acudir y los matones ya han comenzado a visitarnos. Los intereses crecen tanto que ya ni siquiera podemos pagarlos, incluso sin amortizar los préstamos».

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