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La UE aborda otro polémico pacto comercial centrado en los servicios

Bruselas negocia el denominado tratado Tisa con otros 22 países para liberalizar el sector.

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León

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D. Valera | Madrid

La UE tiene varios frentes negociadores abiertos sobre tratados comerciales internacionales, a cuál más polémico. El ahora más conocido TTIP —gracias a las críticas de sus detractores— que busca un acuerdo con EE UU para crear la zona de libre comercio más grande del mundo lleva una docena de encuentros entre los expertos de ambas partes y el objetivo es cerrar el documento definitivo este año.

Pero Bruselas también se encuentra inmersa desde hace un par de años en conversaciones con otros 22 países para completar un acuerdo comercial sobre el sector servicios denominado Tisa (Trade in Services Agreement, en inglés) que ha despertado mayor temor entre sus críticos por su escasa transparencia e información disponible. Advierten de que este tratado puede suponer un riesgo para los servicios públicos europeos al abrir la puerta a su privatización. Sin embargo, los partidarios del tratado consideran que permitirá acabar con las barreras legislativas y arancelarias que existen en este sector, mejorar la competitividad de las empresas y beneficiar a los consumidores.

Los protagonistas

Entre los países que negocian el acuerdo, además de la UE, también se encuentra EE UU, Canadá y México, así como importantes economías de sudamérica, por ejemplo, Chile, Perú o Colombia. También los motores de Asía como Japón y Corea del Sur y otros países industrializados como Australia, Turquía o Israel. En concreto, según la Comisión Europea el objetivo de todos ellos es «abrir el comercio de servicios que mantienen entre sí» dichos estados para «facilitar que las empresas europeas exporten servicios a otros países». Bruselas también argumenta que «al permitir que las empresas de fuera de Europa presten sus servicios en la UE, la oferta será mayor y se abaratarán los precios para los consumidores y las empresas».

Sin embargo, una de las principales críticas a este tratado es su falta de transparencia. La opacidad sobre las negociaciones lo pone de manifiesto el hecho de que fue Wikileaks en abril de 2014 quien filtró algunos documentos que se manejaban en las reuniones celebradas.