Dos candidatos para sustituir a Lagarde en el Fondo Monetario
salvador arroyo
Una nueva grieta abierta entre el norte y el sur y este de Europa se convertía hoy en una especie de abismo difícil de salvar en el proceso de elección del candidato europeo a presidir el Fondo Monetario Internacional (FMI). Que el relevo de Christine Lagarde en esta institución financiera no iba a resultar sencillo se presagiaba después de tres semanas en las que la UE no había conseguido consensuar un candidato de los cinco que tenía sobre la mesa, entre ellos, la ministra de Economía, Nadia Calviño. Como último recurso para desatascar la situación los ministros de Economía y Finanzas se emplazaron a un viernes clave en el que debían votar para poner punto y final al embrollo. Lo hicieron en dos rondas, por mail, pero ademas debatieron por videoconferencia desde sus respectivas capitales. Más de diez horas sin conseguir cerrar filas con un nombre.
Y eso que en el tramo final solo tenían dos para elegir: la directora del Banco Mundial, la búlgara Kristalina Georgieva, y Jeroen Dijsselbloem, el exministro holandés de Finanzas y expresidente del Eurogrupo. La primera tenía el aval de Francia, y el segundo, el de Alemania. Una vez más, todos los caminos de la UE conducen al mismo binomio. Los países del Este y Sur de Europa se convirtieron en los principales valedores de la que también fuera comisaria en el Ejecutivo comunitario. Mientras que desde el centro y el norte del club empujaban en favor de Dijsselbloem. Una divergencia acusada que impedía la fumata blanca. Algo solo posible con una mayoría cualificada del 55% de los Estados miembros (16 de 28) y, en todo caso, de un grupo de apoyo que aglutinase como mínimo al 65% de la población europea. Bercy, sede del Ministerio de Economía y Finanzas galo, que se ha encargado de la coordinación de todo este proceso, guardaba silencio. Ni una sola señal.
Y eso que para llegar a la polarización, al ‘Georgieva o Dijsselbloem’, se había facilitado el camino. El procedimiento se fue comprimiendo a golpe de renuncias. Dicho de otro modo, para evitar un bloqueo se ‘invitó’ al repliegue de alguno de los aspirantes para guardar las formas. Pasos atrás que, en orden inverso, dieron el finlandés Olli Rehn, «para que podamos alcanzar un amplio consenso con el candidato europeo y conseguir el apoyo en todo el mundo», se justificaba a eso de las tres de la tarde. Y, antes, a las doce del mediodía, la española Nadia Calviño. Rehn estaba en la terna de favoritos que se ha venido manejando los últimos días. Mientras que Calviño y el portugués Mario Centeno, que completaban el grupo de cinco aspirantes que comenzó a tomar forma en julio, habían visto reducidas sus opciones.
Centeno, de hecho, ni tan siquiera llegó al viernes de las votaciones. El presidente del Eurogrupo había anunciado la noche anterior a través de Twitter que abandonaba para «contribuir» al consenso. «Todavía estoy disponible para trabajar en una solución que sea aceptable para todos», apostilló. Ese movimiento, aparentemente, incrementaba las posibilidades de Calviño, puesto que se convertía en la única aspirante de referencia para los países del Sur. Pero no consiguió una posición solvente en la primera ronda de sufragios, que arrancó pasadas las ocho y media de la mañana. Así que Moncloa la retiró incidiendo en la misma idea del ‘bien común’: «El Gobierno apuesta por lograr un acuerdo europeo». Durante su comparecencia en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, la responsable de Economía en funciones confirmaba que «tras la primera votación hemos visto la situación y hemos decidido no seguir para tener un candidato único de la UE».