Los hipotecados respiran con alivio y los ahorradores empiezan a temblar
JOSÉ M. CAMARERO | MADRID
Quienes pagaban una cuota de 700 euros al mes por su hipoteca hace siete años, hoy abonan unos 520 euros. A los que les remuneraban con 20 euros al año por tener ahorrados 10.000 en un depósito, hoy les abonan unos cuantos céntimos. Y casi tienen que dar las gracias. El ‘efecto Draghi’ ha sido claramente beneficioso en el día a día de los ciudadanos, acechados por su deuda privada y pública hasta el punto de ver el precipicio de la salida de la zona euro. Transcurrido este tiempo, los grandes males que amenazaban a la economía como los impagos, se han minimizado. Pero algunos efectos colaterales comienzan a vislumbrarse de cara al futuro.
El pago de la hipoteca ha dejado de ser el principal problema financiero al que muchas familias se enfrentaban cada vez que llegaba el recibo. Cuando en el verano de 2012 Draghi pronunció su conocido «haremos lo que haga falta», el tipo de interés medio de los créditos que se formalizaban superaba el 3,5%. El pasado mes de agosto se pagaba poco más del 2%, e incluso en años como 2017 la media era del 1,8%. En los seis últimos años, la deuda acumulada por los hogares se ha reducido un 24%, desde los 719.000 hasta los 547.000 millones de euros, gracias a los tipos de interés en mínimos que han conseguido acelerar todas las amortizaciones.
Además, ninguna de esas familias puede temer que, por ahora, los tipos vayan a subir y se incremente el coste de sus créditos. Al mismo tiempo que esta realidad monetaria ha tranquilizado los bolsillos familiares, una amenaza acecha a una parte de los hogares. Los que consiguen ahorrar al final de mes. Aunque ningún banco se ha atrevido todavía a cobrar a los usuarios por tener su dinero depositado en cuentas corrientes o a plazo, cada vez hay más señales que anticipan un camino que irá, directa o indirectamente, por esa decisión.