Paro, ruina y cambio climático
La cifra de desempleados en el sector agrícola superó en enero las 150.000 personas —en 2019 dio trabajo a una media de 950.000 personas y apenas representa el 5% de la ocupación total—, un 6,5% más que en diciembre y el avance más elevado desde 2013.
El Gobierno alude a un problema coyuntural por la campaña de la aceituna, pero otros años no se acusó tanto. Y en doce meses, ha perdido 1.700 autónomos.
La subida del salario mínimo (SMI) ha sido la última gota, aunque se minimizaría si pudieran cubrir costes.
Sequía —más larga en 2019—, gota fría, temporales o granizo —el año pasado cayó el doble— han hecho que agricultores y ganaderos, además de pedir cambios en los seguros, se reivindiquen ante el cambio climático.
Los aranceles de EE UU y las tarifas bajas que fija la UE en las subastas para el almacenamiento privado impiden adecuar mejor oferta y demanda.
El llamado oro verde lleva ya casi dos años perdiendo brillo, al menos para el bolsillo de los profesionales, aunque con altibajos marcados en buena medida por el clima. Así, tras una campaña 2018-19 (cerró el 30 de septiembre) récord en producción al cosechar 1,78 millones de toneladas entre aceite de oliva y aceituna de mesa, se espera otra temporada claramente más baja.
La horquilla de previsiones de los expertos para la campaña 2019-2020 va desde apenas un millón de toneladas hasta 1,35, lo que podría suponer en la franja inferior más de un tercio menos. No obstante, en la media del último lustro el descenso no pasaría del 5%, y eso viniendo de una temporada que se elevó un 50%.
En esto consiste el carácter vecero del sector, esto es, de una gran campaña se suele pasar a otra siguiente baja. Ello, no obstante, permite compensar la inestabilidad de precios que también suele arrastrar, aunque en los últimos años ha estado marcada por una tendencia a la baja iniciada en marzo de 2018 que aún no ha logrado remontar.
Si nos remontamos a 2017, la depreciación llega al 47% frente a los cuatro euros que rozó el kilo. Pero los consumidores no notan mucho ese descenso. De ahí nace una de las grandes quejas de los productores de aceite y aceitunas: que la cadena alimentaria no funciona bien.
A finales de enero recibían apenas 1,8 euros por kilo de aceite virgen de oliva y el lampante (que debe refinarse) a 1,7, menos de la mitad que en Italia, su gran competidor, mientras que en Grecia y Turquía se superaban con creces los dos euros. Y con la desventaja añadida de los nuevos aranceles de EE UU, que encarecen sus exportaciones un 25%, empiezan a generar pérdidas.
El mecanismo de almacenamiento privado de la UE tampoco palia mucho la situación. Su ayuda por retirar aceite temporalmente (hasta que se recuperen los precios) ha llegado a bajar del euro/tonelada y el sector dice que no les compensaría.