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El GOBIERNO CAMBIA EL DECRETAZO

La huelga que triunfó sin existir

La huelga general que no existió según Pío Cabanillas ha provocado la más espectacular rectificación del Gobierno de José María Aznar desde que gobierna con mayoría absoluta. Para encontrar paralelismos, hay que r

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Anxo Lugilde - LEÓN.
León

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La lapidaria frase del entonces ministro portavoz del Gobierno, Pío Cabanillas, en la mañana del 20 junio cobra un nuevo valor tras la marcha atrás anunciada ayer por Zaplana. Días antes, Cabanillas había que la huelga general del 20-J había sido un fracaso. En lo que menos pensaba Cabanillas sería la retirada del decreto de reforma del desempleo, posibilidad siempre descartada desde La Moncloa. La huelga del 2002 pasará a la historia como la primera contra un Gobierno del PP y será recordada como aquella que coincidió con el Mundial de fútbol de los madrugones, el de Corea y Japón. Fue Aznar quien en plena euforia futbolística, y antes de la eliminación ante los coreanos, mezcló ambos acontencimientos al anunciar el 6 de junio: «Ganaré el partido». Eran los compases finales de la presidencia española de la UE y a Aznar le indignaba que se convocase el paro en la víspera de la cumbre de Sevilla. El enconamiento de las posiciones se reflejó en la guerra de cifras. Los 67 puntos de diferencia, entre el 17% ofrecido por el Gobierno y el 84% de los sindicatos, no tienen parangón con los 40 puntos que separaron las apreciaciones de las centrales y el Ejecutivo en la otra gran huelga de la democracia, la del 14 de diciembre de 1988. Entonces el equipo de González cifró la incidencia en el 50%. Como ahora, el Gobierno tuvo que dar marcha atrás, pero lo hizo mucho más rápido. Una semana después del 14-D, González anunció en el Congreso la retirada del Plan de Empleo Juvenil, que introducía un trabajo de aprendizaje remunerado con menos de 50.000 pesetas. Años más tarde, el PSOE lo repescó con el célebre contrato basura. Tras el 14-D el Gobierno emprendió el llamado «giro social» para reconciliarse con los trabajadores, pero después González retomó la vía de las reformas y los sindicatos respondieron con las huelgas de 1992 y 1994. Si la rectificación de Aznar se ha hecho esperar, las consecuencias políticas fueron inmediatas. Apenas tres semanas después de la huelga destituyó al autor de la reforma laboral, el ministro de Trabajo, Juan Carlos Aparicio, y a quien más se implicó en minimizar el paro, Pío Cabanillas, dentro de una amplia remodelación gubernamental.