El sinuoso camino de regreso a la oficina tras año y medio en remoto
La vuelta al trabajo presencial mejora la socialización, pero hay que vigilar el entorno para evitar el estrés
Con la llegada de septiembre no solo han acabado las vacaciones de la mayoría de la población, también se ha acelerado un proceso que algunas empresas habían iniciado ya, alentadas por la mejora de la pandemia del coronavirus, y al que miles de empleados se enfrentan con una mezcla de ilusión y ansiedad: la vuelta al trabajo presencial. Si en el segundo trimestre de 2020, en pleno confinamiento, un 16,2% de los españoles trabajó desde casa, entre enero y marzo de este año ese porcentaje había caído ya al 11,2%.
Ahora toca abandonar ese rincón del hogar que se convirtió de golpe y porrazo en lugar de trabajo para regresar a una oficina que, seguramente, no se sentirá igual que hace año y medio: la necesidad de llevar mascarilla, las mamparas que han instalado muchos para evitar contagios y diferentes medidas higiénicas facilitarán que el retorno sea seguro, pero el miedo al coronavirus persiste en una minoría de empleados que una encuesta de Ekilu cifra en el 36%.
Sin embargo, los expertos coinciden en indicar que la vuelta a la oficina tiene aspectos positivos. «En casa hemos cambiado horarios de comidas y de descanso, y hemos tendido a establecer más interrupciones que pueden haber extendido la jornada. Hemos perdido contacto personal, en especial las personas que viven solas y, en muchos casos, deseamos el regreso al trabajo presencial», comenta Pedro Ribes, presidente de la Asociación Española de Dirección y Desarrollo de Personas (Aedipe), que aglutina a los responsables de Recursos Humanos. Un estudio de Ipsos refrenda esa última afirmación: en España el porcentaje de los trabajadores que rechazan de plano trabajar constantemente desde casa (35%) duplica al de quienes huyen de la oficina (18%).
Recuperar la interacción de la plantilla es primordial. «Podemos trabajar sin contacto físico, pero perdemos aspectos emocionales, frecuentemente intangibles, que influyen de forma determinante en la actividad», añade Ribes, que apunta también la ventaja que la oficina da a la hora de incorporar gente nueva, ya que en remoto «existe una barrera que limita la integración y la adhesión al proyecto». Angel Elías, exdecano de la Facultad de Relaciones Laborales y Trabajo Social de la Universidad del País Vasco, es de la misma opinión: «Somos seres sociales y el lugar de trabajo contribuye a una socialización que la tecnología no puede sustituir porque necesitamos un contacto más cercano».
«Las conversaciones en la máquina de café son necesarias, sobre todo para comprobar el estado de ánimo de la gente. En videoconferencias es más fácil esconder problemas, mientras que, cara a cara, el contacto siempre es más cálido. Eso es especialmente importante para los jefes», añade Jon Segovia, profesor de Dirección de Personas y Gestión del Cambio en la Deusto Business School. «Tenemos mucha más capacidad de adaptarnos al cambio de lo que creemos, y ahora solo se trata de retomar hábitos que no son tan viejos».
Además, Miguel Angel Mencías, coordinador de la Comisión de Psicología del Trabajo del Colegio de Psicólogos de Bizkaia, subraya que, «muchas veces, la gente no tiene el espacio adecuado para trabajar en casa o las condiciones familiares óptimas, por lo que el regreso a la oficina puede resultar beneficioso».