Escrivà se queda solo en su laboratorio
El experto independiente recibe golpes desde todos los frentes; cada vez que habla, sube el pan
Cada vez que habla, sube el pan. Al ministro José Luis Escrivá (Albacete, 1960) le llueven las polémicas. Y sin buscarlas. Llegó al Gobierno como una de las grandes bazas que se guardaba Pedro Sánchez en su chistera y se ha convertido en uno de sus muchos quebraderos de cabeza.
Y, sin embargo, pese a que era uno de los candidatos a salir por la puerta de atrás del palacio de la Moncloa en la pasada crisis de Gobierno, el presidente ha decidido, de momento, mantener contra viento y marea a quien ya ha comenzado a realizar el reto más importante que tiene España como país: reformar el sistema público de pensiones para lograr su equilibrio financiero.
El ministro «laboratorio», como le definió el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, el profesional de los números contratado para cuadrar unas cuentas que tienen agujeros por todas partes, ha sido el protagonista indiscutible de la actualidad de esta semana. Sus palabras han retumbado en los oídos de las televisiones, radios, Congreso...
Que si hay que trabajar más. No más cantidad, sino durante más tiempo. Hasta los 75 años incluso. ¿Quién quiere oír eso? Así que se volvió a liar. Su compañera de Gobierno Yolanda Díaz salió al paso para pedirle «prudencia». Después de soltar esa ‘perla’, Escrivá tuvo que matizarla. Porque no dijo lo que la gente entendió. Pero ni con esas consiguió extinguir un fuego que se había propagado rápidamente... Así que la oposición aprovechó el momento y se le echó a la yugular. Que es un «ministro a la sombra del PP», dijo Rufián, que si lanza «globos sonda», que si «siempre se equivoca para el mismo lado»... Porque no es la primera vez que le ocurre.