Diario de León

El gas explota en plena reactivación del covid y pone en riesgo los planes

El fin de la pandemia impulsa el deseo de volver a una realidad económica que depende de Rusia

El gasoducto ruso Nord Stream 2, que costó 10.000 M€. AXEL SCHMIDT

El gasoducto ruso Nord Stream 2, que costó 10.000 M€. AXEL SCHMIDT

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Fue hace ahora un año cuando se gestó una parte de la crisis más grave de precios energéticos de los últimos años. Entonces, la Comisión Europea sorprendió a todo el mundo: en plena pandemia redobló sus propios objetivos medioambientales al instar a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en al menos un 55% de aquí a 2030 —frente al 40% anterior—, en comparación con los niveles de 1990. La medida intentaba acelerar un proceso de transición verde en el que toda la UE estaba de acuerdo como motor de la recuperación. Pero nadie preveía por entonces que un desbocado precio del gas y del petróleo hiciera temblar las estructuras energéticas del Viejo Continente.

La cronología de esta crisis de precios culmina en un coste de generación de la luz que supera ampliamente los 200 euros/MWh. Así ocurre este octubre, en el que los precios mayoristas se han situado por encima de esa referencia la mayoría de los días.

Bruselas sabía que con su decisión se incrementaría el coste de los derechos de CO2. Contaminar saldría más caro. Ese era en realidad el objetivo para impulsar la transición energética. Ese precio se encontraba hace un año en torno a los 27 euros por tonelada. Hoy cotiza en los 60 euros. Las centrales eléctricas que más gases nocivos emitan tienen que elevar el coste de la luz porque contaminar les sale más caro. Y ahí están los ciclos combinados de gas, la cogeneración y, solo hasta hace pocos años, el carbón. Hasta ahí, dentro de lo previsto.

Sin embargo, no es el coste del CO2 lo que realmente ha llevado a esta crisis energética. Esos derechos sólo la han agravado en cierta medida. Así lo explica un informe de DWS: «Aunque muchos achacan el fuerte aumento de los precios de la electricidad al mecanismo europeo para regular el precio de las emisiones de carbono, la auténtica causa es mucho más sencilla: las fluctuaciones cíclicas del precio del gas».

Nadie esperaba hace un año la tensión del mercado energético. Es la propia recuperación económica mundial tras el coronavirus la que está provocando esta nueva crisis. La mera reapertura de los países, cada vez con menos restricciones, ha elevado el consumo interno y las necesidades de importación de forma drástica, como nunca antes se había producido.

El aleteo de esa mariposa que ha tensionado el mundo volvía a situarse en China, como el coronavirus en Wuhan. El gigante asiático fue el primero en salir de la pandemia. Nunca su economía se había enfrentado a una parálisis tan brutal. Tampoco a un reinicio de la actividad tan potente en la que China quiso volver a la normalidad lo más rápido posible: ofreciendo productos a nivel interno y externo, exprimiendo sus fábricas y a la vez guardándose cada vez más gas y petróleo en forma de reservas. No es que China no tenga capacidad. Es que sus combustibles también escasean: el carbón ha duplicado su precio en Australia o Indonesia, sus grandes proveedores.

Y ante este panorama, Europa asiste inmóvil, sin capacidad de reacción.

Enric R. Bartlett, profesor de Derecho Público de Esade Law School, explica que esta situación «ha cogido por sorpresa a la mayoría de los Gobiernos y reguladores europeos». Apunta que «hay quien sostiene que han subestimado la posibilidad de utilizar el gas como instrumento de presión por parte de Gobiernos de países exportadores». Básicamente se refiere a Argelia y Rusia. En el primer caso, el origen del problema data del 24 de agosto, en el inicio de su crisis con Marruecos, cortando el flujo de gas a través del Magreb a la península ibérica. Y en el caso de Rusia, porque ha ido disminuyendo las ventas de la materia prima a Europa «para presionar por una rápida certificación por las autoridades alemanas y europeas —según el profesor— del Nord Stream 2», el gasoducto a través del mar Báltico.

EL GRAN JUEGO

Todo este cóctel de circunstancias (China, Rusia, Argelia, la reactivación...) han elevado el precio del gas hasta los 100 euros/MWh. Si ese coste se sitúa en esa referencia, los ciclos combinados elevan el precio de la luz. Y en España estas plantas han llegado a aportar algunos días de septiembre más de un 25% de toda la electricidad que consumía el país.

¿Resultado? Un MWh por las nubes al que se suman todas las tecnologías (nucleares, hidroeléctricas, eólicas, solares) por la configuración del mercado, elevando el importe de la factura final.

Sobre el peso de los ciclos, Carlos Solé, socio responsable de Economics & Regulation de KPMG España apunta que el respaldo de estas centrales «va a funcionar muy pocas horas a lo largo del año». Frente a las 6.000 horas para los que estaban pensadas todas las instalaciones, ahora apenas funcionan mil. «Por eso hay que modificar los mecanismos de capacidad, para ver cómo se les paga por garantizar el suministro cuando sea precisa su contribución para la cobertura de la demanda».

El riesgo que asume la economía es que la actividad no salga de la crisis al ritmo que estaba previsto. Incluso el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, lo ha admitido por primera vez. Esta situación «puede poner en riesgo muchas cosas, y una de ellas también puede ser la recuperación económica», apuntó instando a la UE a actuar. Será la próxima semana cuando Bruselas ofrezca alguna señal para salir de la crisis.

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