OPINIÓN Manuel Portela
La decisión del BCE
Los intereses de la economía española quedan mejor resguardadas si el BCE no baja los tipos de interés. Y cuanto más se aprecie el euro más necesidad tendremos de que se endurezca la política monetaria. Al fin y al cabo, el verdadero problema de la economía española es el exceso de inflación. Por eso nos viene bien que el BCE no haya bajado los tipos de interés. De todas formas durará poco. Porque la actual política del BCE está frenando el crecimiento económico en los países con menor inflación (Alemania, Francia) y estimulando el de los de mayor inflación (España, Grecia o Irlanda). El BCE tiene que apostar por la política que beneficie al conjunto de la UE, en el que pesa seis veces más el PIB de Francia y Alemania que el de España e Irlanda. La historia del BCE enseña que Duisenberg y el resto de gobernadores europeos quieren ganar reputación de independientes de las necesidades de los políticos. Los miembros del BCE no son «activistas». Están interesados en adquirir una fama distinta de la que hace gala Greenspan: fundamentalismo monetario y prudencia en el BCE frente a astucia y flexibilidad en la FED. Los primeros transmiten la imagen de rígidos, monótonos y viejos y la que venden los segundos de dinámicos, adaptables y jóvenes. Hay quien dice que esta situación no cambiará hasta que el BCE no se haga con la responsabilidad sobre la supervisión bancaria en toda el área y modifique el mecanismo de decisión sobre política monetaria. Lo que más preocupa ahora al BCE es la ruptura de la disciplina del Pacto de Estabilidad por parte de varios países europeos. Una vez que la eficacia del PEC ha sido cuestionada es difícil volver a la rutina disciplinaria. No es prudente hacer caso a los políticos, que seguirán jurando ser inflexibles con el cumplimiento del PEC. Los ciudadanos saben que ese compromiso no va cumplirse. Tampoco debe creerles el BCE cuando, en plena desaceleración económica, insiste en mantener los tipos de interés. Con el actual ritmo de crecimiento económico (0,7% en tasa interanual) es seguro que va a haber menos ingresos fiscales y más gasto público reconocido. No cabe sino esperar que aumente la deuda pública o se incrementen los impuestos indirectos. O la contabilidad creativa. Ya veremos en qué termina la promesa de reducción de impuestos directos.