La nueva crisis desata las alarmas en el sistema bancario mundial
La caída de entidades en EE UU y Suiza hace cundir un miedo al contagio que nadie sabe cómo frenar
Tres preguntas han corrido como la pólvora esta semana en cualquier conversación, más o menos docta en materia económica: ¿Están seguros mis ahorros? ¿Cambio de depósito? ¿Retiro el dinero del banco? Cada vez que una entidad financiera protagoniza un conato de caer o —en el peor de los casos— quiebra, los nervios afloran entre los ahorradores. Es una actitud comprensible. El miedo no tiene fronteras. Y menos si hay dinero de por medio. «Los problemas que han sacudido a algunos bancos regionales en los últimos días han estresado al mercado, con inversores y depositantes viéndose obligados a plantearse la seguridad básica de sus cuentas bancarias», explica Jerome Schneider, gestor de Pimco.
En menos de una semana, la quiebra del californiano Silicon Valley Bank (SVB) por un clásico desajuste entre activos (préstamos) y pasivos (depósitos) ha removido todos los cimientos del sistema. Incluso aquí, a 9.000 kilómetros de distancia, se empieza a dudar de la verdadera salud del sector. No hay datos demostrables que apunten al riesgo de contagio. Pero la caída de tres entidades (además de SVB, Signature Bank y First Republic Bank), así como los interrogantes en torno a la supervivencia de Credit Suisse —con la promesa del banco central de Suiza de inyectar a la entidad 50.000 millones— han generado inquietud entre los ahorradores, que aún tienen muy presente la profunda crisis de 2008. Crisis que, por cierto, comenzó con todos los reguladores llamando a la calma.
Desde España se refuerza el mensaje de que «somos la mejor banca de Europa». Pero la mecha de la desconfianza —la que prende más rápido— ya parece encendida. «Cualquiera que haya sufrido los efectos de la anterior crisis financiera no se convencerá fácilmente de que todo va bien sólo porque lo digan los responsables de las políticas monetarias», apuntan desde la gestora Abrdn. Sobre todo teniendo en cuenta que la fuga de depósitos ha sido el detonante del colapso en las intervenciones en EE UU.
Cuidar al ahorrador
En España, el dinero guardado en depósitos batió récord histórico el año pasado, cuando se superó el billón de euros en todo tipo de cuentas de ahorro en los bancos. Nunca antes los ciudadanos habían dejado tanto dinero en esos productos, a pesar de que su remuneración es casi nula, apenas un 0,6%.
Para buscar alternativas más rentables, esos mismos ciudadanos ya sacaron en enero 13.000 millones de euros. No fue una huida motivada por el miedo. Pero la banca es consciente de que esa mínima posibilidad, la de los traspasos de los ahorros a otras entidades, supone su verdadero talón de Aquiles. Las autoridades llaman a la calma. Al fin y al cabo, estamos ante uno de los modelos de negocio más robustos, regulados, supervisados diariamente por organismos nacionales y supracionales, y uno de los más protegidos.
La ley establece que todo el dinero en depósitos o cuentas de ahorro hasta 100.000 euros por cuenta y titular están garantizados en caso de problemas gracias al Fondo de Garantía (FGD), que se nutre de las aportaciones periódicas de la banca precisamente para conformar una bolsa de rescate de extrema urgencia. Pero ni con esas el miedo se acaba. Y un simple ‘clic’ (el de una transferencia instantánea), repetido millones de veces puede acabar ahogando a cualquier entidad, por muy saneada que se encuentre. «No hay nada que corra más rápido que el dinero ante una crisis de confianza, da igual lo bien capitalizado que estés», inciden los analistas.
El riesgo de la deuda
Carlos Santiso, profesor del IEB, recuerda que detrás de la reciente fuga de depósitos de algunas entidades internacionales está el verdadero riesgo para el sector. Un riesgo ‘oculto’ hasta ahora y que el caso de SVB ha destapado: las pérdidas latentes en las carteras de deuda de los bancos, que son los segundos mayores tenedores de deuda pública, por detrás de los bancos centrales. «Esto conlleva que tengan un elevado peso en su balance de esa deuda, cuyo valor de mercado se ha desplomado con la subida de los tipos de interés», recuerda.
Es decir, en caso de que una entidad tuviese que vender esos activos ahora mismo en el mercado, aflorarán unas pérdidas que en principio no aparecían reflejadas en las cuentas. Es lo que sucedió con SVB. Por eso, ese cajón desconocido preocupa, y mucho, a los inversores. La banca española acumula minusvalías latentes de unos 15.000 millones de euros por este motivo. Pero esa es una cifra perfectamente asumible y que no tiene por qué materializarse. Además, los niveles de liquidez y solvencia son superiores a la media.
No hay que preocuparse por ese lado. Sin embargo, el botón del pánico está activado y nadie duda de que las consecuencias del ‘shock’ serán visibles no solo a corto plazo. «Una crisis bancaria es una pesadilla para cualquier economía, mucho más que la inflación», defiende Víctor Alvargonzález, de Nextep Finance. «Ante la incertidumbre, muchos empresarios se lo pensarán dos veces antes de contratar», insiste.
Y los bancos también limitarán la creación de crédito. «Esto podría acelerar el momento de una recesión», advierten desde Pimco en referencia a la situación en EE UU.
El problema es el círculo vicioso que ya se empieza a vislumbrar. Las entidades están acudiendo en masa a las ventanillas de liquidez que a diario ofrecen los bancos centrales, bien porque tienen problemas puntuales, bien para protegerse frente a ellos. Esas solicitudes obligan de por sí a ser mucho más exigentes con los créditos, lo que mermará la financiación a las empresas, especialmente las de menor tamaño. Y todo ello abocará a la economía a un mayor desempleo. «Es difícil imaginar cómo no se endurecerán las normas de concesión de préstamos, que es lo que de verdad importa para el crecimiento real de una economía», explican los gestores.
La última encuesta del BCE sobre préstamos bancarios, correspondiente al primer trimestre de 2023, ya muestra, de hecho, un endurecimiento significativo del crédito. Anna Stupnytska, analista de Fidelity International, insiste: «Las vulnerabilidades del sector que han salido a la superficie tendrán un impacto directo en la disposición de los bancos a conceder créditos, lo que derivará en condiciones de financiación aún más restrictivas que, a su vez, afectarán a la economía antes y con más dureza de lo esperado».
Por si fuera poco, la decisión del BCE de mantener las subidas de tipos —anticipando, en un acto de fe, que solo planteará la frenada si la incertidumbre no desaparece— amenaza con un aumento de la morosidad. Sobre todo en segmentos que han aprovechado los últimos años de tipos bajos para endeudarse a mayor velocidad y que ahora sufren el brusco final de la era del ‘dinero gratis’.
Las fuertes caídas de la banca en Bolsa la semana pasad evidencian que, para frenar esta crisis de confianza, al mercado no le bastan las buenas intenciones de los bancos centrales. Exige un cortafuegos definitivo y, sobre todo, ni un solo error más en las políticas monetarias.