Diario de León

Alemania, la locomotora al ralentí, afronta la primavera del descontento

El país trata de esquivar la recesión en un ambiente crispado por la precarización laboral y la inflación

Olaf Scholz en la Catedral Metropolitana en Brasilia. ANDRÉ BORGES

Olaf Scholz en la Catedral Metropolitana en Brasilia. ANDRÉ BORGES

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El peor escenario imaginado hace aproximadamente un año para Alemania no se ha cumplido: no se agotaron las reservas de gas el pasado invierno y se encontraron alternativas —aunque caras— al que suministró Rusia hasta que cortó los envíos a través del gasoducto NordStream. Primero, por decisión de Moscú, luego por el sabotaje no aclarado que inutilizó sus dos conductos.

Es probable también que la primera economía de la zona euro logre esquivar la temida recesión. Los principales institutos económicos del país, como el IW, coinciden en que de producirse la denominada recesión técnica —es decir, que la economía se contraiga durante dos trimestres consecutivos— ésta será leve y por un periodo corto, para empezar a recuperarse en la segunda mitad del año.

Incluso empezó a contenerse la inflación, que en octubre llegó al pico del 10,4% a efectos interanuales, pero que en marzo descendió ya al 7,4%, más de un punto por debajo de la registrada en febrero. El nivel sigue siendo alto, pero por primera vez desde agosto del año pasado el índice de precios al consumo (IPC) quedó por debajo de la marca del 8% interanual.

Y, finalmente, se disipó la amenaza de una paralización del transporte de pasajeros en avión o ferrocarril coincidiendo con las vacaciones de Semana Santa, destinadas a marcar la plena recuperación del sector turístico tras los años de parón por la pandemia.

El sector público no convocará de momento huelgas como la que el pasado día 27 paralizó el tráfico aéreo y ferroviario de prácticamente todo el país. No hay un acercamiento entre la patronal y el sindicato del sector público, que reclama un 10,5% de incremento salarial o una subida mensual mínima de 500 euros para sus 2,5 millones de trabajadores. Pero tras la tercera ronda negociadora, que terminó sin avances, se convocó una comisión de arbitraje.

Mientras ésta delibere reina el llamado «compromiso de paz» entre las partes implicadas, por lo que no habrá más huelgas de advertencia. La tregua en el conflicto salarial regirá al menos hasta el 13 de abril, plazo marcado para el arbitraje. Es decir, de haber otro estallido del sector público y a escala nacional será tras el regreso de vacaciones.

Pese a estos síntomas de alivio o al menos de tregua, en Alemania se respira una crispación desconocida desde hace años. No se refleja en caos o rabia como en la vecina Francia, con sus virulentas protestas contra la reforma de las pensiones del presidente Emmanuel Macron. Sino que es una crispación que va cociéndose a fuego lento, en medio de proceso de precarización laboral que empezó con los recortes sociales del canciller socialdemócrata Gerhard Schröder —1999/2005— y se incrementó en los 16 años de la conservadora Angela Merkel en el poder. La inflación añadió leña al fuego.

El descenso de la tasa del IPC de marzo se debe básicamente a que empezaron a contenerse los precios de la energía en comparación con la subida de hace un año por el comienzo de la guerra. Del 20,3% que se registró en diciembre se bajó ahora al 3,5% interanual, gracias en buena parte a las medidas del Gobierno de Olaf Scholz para paliar sus efectos. Pero la presión sobre la cesta de la compra sigue en aumento: en diciembre el encarecimiento de los alimentos iba a la par que el del sector energético (20,4%). En marzo, en lugar de descender siguió en aumento, hasta escalar al 22,3%.

Un país de ‘minijobs’

Alemania es un país rico, en lo que se refiere a su poderío industrial y la gran empresa. Pero no lo es buena parte de su población. Tiene un mercado laboral saneado y un índice de desempleo bajo (5,7%), además de cifras récord de ocupación: 44,5 millones de ciudadanos activos en un país con 82 millones de habitantes. Sin embargo, unos ocho millones de personas trabajadoras lo hacen en régimen de ‘minijob’ (subempleos) o de jornada reducida, según cifras del departamento federal de Estadística (Destatis). Aproximadamente la mitad de ellos no lo hace por voluntad propia o en aras de la mejor conciliación entre su vida familiar y laboral, sino porque no encuentra otro tipo de empleo.

Además, unos 19,9 millones de hogares alemanes viven de alquiler y gastan una media del 27,8% del total de sus ingresos en ello. Para 3,1 millones de esos hogares, esa carga sobre sus ingresos es del 40% o más, también según Destatis.

Los alemanes no pasaron frío el invierno pasado, pese al encarecimiento del gas y a la reducción drástica de la dependencia energética respecto a Rusia lograda en unos meses por el ministro de Economía y Protección del Clima, el verde Robert Habeck. Pero con la llegada de la primavera el tema prioritario en los informativos sigue siendo la calefacción.

Habeck, además del artífice de esa independencia acelerada respecto al petróleo, el gas y el carbón ruso, es el responsable del plan para sustituir la calefacción de gas o petróleo por sus equivalentes que usan energías limpias. A partir del próximo año, quedará prohibido instalar nuevas calefacciones de gas, de acuerdo a los planes de Habeck.

La alarma ante esa medida es tal que ha generado exactamente el efecto contrario a lo que se proponía. De pronto, los propietarios de viviendas unifamiliares o de pisos con viejas calderas se han apresurado a adquirir modelos algo más modernos, pero igualmente a gas o petroleo, antes de que con la llegada de 2024 expire la posibilidad de hacerlo.

La sustitución de las viejas calderas con energía fósil por las que utilizan renovables costará hasta 2030 unos 9.000 millones de euros anuales a los ciudadanos, según estimaciones internas del ministerio de Habeck, filtradas por el semanario Der Spiegel. En 15 años habrán rentabilizado la inversión. Pero, hoy por hoy, son muchos los hogares atenazados por la inflación que no pueden permitirse la transición a la energía verde, prosigue la mencionada publicación.

Así las cosas, la calefacción sigue acaparando portadas y titulares de los informativos alemanes, pese a la llegada de la primavera. Llueven las críticas sobre un ministro al que en invierno se entronizó porque logró seguir llenando los depósitos del gas, pero al que ahora se ve como un aguafiestas, obsesionado en implantar una transición verde impagable para muchos ciudadanos.

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