Los embalses hacen equilibrios para generar luz en plena sequía
El uso eléctrico del agua desvela el complejo engranaje entre el negocio de las presas y su sostenibilidad
Con la sequía campando a sus anchas por casi toda la Península, cada vez que una de las compuertas de los pantanos con centrales hidroeléctricas se abre, se activan al unísono todas las alarmas en la población. Entre los habitantes de los municipios cercanos, porque temen por su desabastecimiento, entre los agricultores y ganaderos por el futuro de su actividad, y entre las organizaciones ecologistas por el daño que —apuntan— estos desembalses provocan en los caudales de los ríos.
La falta de lluvia genera tanta controversia a la hora de gestionar el agua que hasta el Ministerio de Transición Ecológica ha tenido que salir al paso de las informaciones que se han difundido por internet sobre el correcto uso que se hace de cada gota en estas instalaciones.
Porque soltar agua en un embalse no es fácil. Ni rápido. Ni tan simple como parece. Se trata de una de las fuentes de energía con más regulaciones a su alrededor. La Ley de Aguas establece cuál es el orden en el uso de esta materia prima en cada pantano: el primero de todos es el del propio caudal ecológico que establece cada confederación hidrográfica (hay 15 en toda España). Después le llega el momento al abastecimiento de la población, a continuación los usos agrícolas, partiendo de las necesidades del ganado frente al riego, se pasa al uso industrial, dentro del cual se encuentran las hidroeléctricas y, por último, el lúdico.
Con esos mimbres, la producción eléctrica que procede de las hidráulicas ha ido reduciéndose en los últimos meses. A punto de cumplirse la primera quincena de mayo, estas centrales han aportado un 7,5% de toda la luz consumida estas dos semanas, según los datos de Red Eléctrica.
Menos lluvia, menos uso
Ese porcentaje no es sólo el menor desde que comenzó 2023, sino también similar a la media de las hidroeléctricas de los doce últimos meses muy perjudicados por la falta de lluvias. Pero es muy inferior al de los últimos años, cuando aportaban hasta un 15% de la electricidad. Eso sí, dependiendo de cada año y cada ciclo hidrológico, con sus lluvias y sus épocas de sequía temporales.
Aunque ninguna de esas etapas ha sido tan seca como la que ahora vive España. Diversas fuentes del sector energético admiten que la situación es «grave» porque no habían vivido estas circunstancias de falta de lluvia en las tres últimas décadas. Y a la falta de lluvia se le suma una mayor necesidad del campo para consumir más ante la ausencia de abastecimiento natural.
El hecho de que la cantidad de luz generada registre esas variaciones se debe precisamente a las pluviosidad. Aunque no sólo por esa variable, que es fundamental. Uno de los órganos técnicos menos conocidos y que más poder tienen sobre la apertura de las compuertas son las comisiones de desembalse, una por cada confederación hidrográfica. Estas comisiones, cuya función pasa por «deliberar el régimen adecuado de llenado y vaciado de los embalses y acuíferos de la cuenca» se reúnen cada seis meses de forma ordinaria. Deciden cuánto agua se puede soltar. ¿Y quién lo decide? La propia confederación, la Administración (los ministerios correspondientes con competencia), Red Eléctrica y los usuarios afectados, entre los que se encuentran los ayuntamientos, las comunidades de regantes y las empresas eléctricas e industriales afectadas por esa decisión final.
Abrir o cerrar según demanda
A partir de esa deliberación, las compañías energéticas pueden utilizar el agua que se desembalsa para la luz aunque «respetando las restricciones y límites de los planes hidrológicos», explica Carlos Solé, socio responsable de Energía y Recursos Naturales de KPMG en España. A partir de esos condicionantes, «en el mercado de electricidad no hay limitaciones para el uso del recurso hidráulico que hagan las empresas salvo las que pueda poner el operador del sistema, como a cualquier otra tecnología».
En cualquier caso, desde las propias compañías insisten en la complejidad del sistema hidroeléctrico y de todos los focos que vigilan una actividad que vela por tener agua y, al mismo tiempo, garantizar el suministro eléctrico. Fuentes de Iberdrola insisten en que existe «todo un engranaje complejo con el que la compañía tiene en cuenta lo que sucede a su alrededor, siempre supeditado a lo que dictan las normas».
El sector insiste en que no deciden unilateralmente cuándo utilizan el agua. Recuerdan que hay cotas máximas y mínimas de los ríos. E incluso apuntan que es mucho más difícil gestionarla cuando un pantano está casi lleno que cuando hay sequía.
Tal y como ha recordado el Ministerio de Transición Ecológica, la razón de ser los embalses es la de regular el agua, la embalsada y la liberada, para que aguas abajo pueda seguir cumpliendo las funciones que establece la ley (abastecimientos, riegos, etc.). De hecho, fuentes de Endesa destacan que «el uso hidroeléctrico siempre está supeditado al consumo de las poblaciones y al riego». Aunque también hay embalses que se construyeron específicamente para la producción exclusiva hidroeléctrica.
Además, esta tecnología juega un papel clave en la cobertura de la demanda de electricidad y evita el uso de tecnologías más caras y contaminantes, recuerdan en las empresas. Carlos Solé recuerda que el funcionamiento de las hidroeléctricas está basado en el ‘coste de oportunidad’. Es decir, «se decide si se usa el agua hoy o se guarda para un momento posterior cuando la expectativa de los precios el vaya a suponer unos mayores ingresos» a la compañía propietaria de la instalación. Es una de las centrales cuya gestión puede variar a lo largo de una jornada, dependiendo de las necesidades del sistema.
Bombeo como alternativa
Las perspectivas para lo que resta de año no son demasiado halagüeñas. Las previsiones de la Aemet (Agencia Estatal de Meterología) apuntan a un verano más seco de lo normal y solo un inicio de otoño lluvioso puede resolver esta situación. Desde el sector energético se viene apuntando desde hace años a la posibilidad de ampliar el parque de instalaciones de bombeo. Es decir, reutilizar el agua de un embalse para generar electricidad con esa misma agua que baja y vuelve a subir al mismo embalse.
Solé, de KPMG, considera que con la descarbonización «las hidráulicas pueden jugar un papel esencial en la transición energética si se apuesta por el bombeo». Así, actuaría como «una bomba en horas de exceso de producción renovable, almacén de agua para ser utilizada cuando no haya recurso solar o eólico».