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Hostelería y energéticas aprovechan la subida de costes para disparar precios

La alimentación no ha trasladado por completo al consumidor final sus mayores gastos

Dos operarios trabajan en torres de alta tensión en Avilés. ELOY ALONSO

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León

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Energía, materias primas, transporte, salarios... el sector empresarial español ha sufrido en los últimos tiempos un encarecimiento notable de sus costes de producción que, no obstante, aseguran que no están trasladando del todo al consumidor final. Lo mínimo para no dañar aún más sus márgenes. Sin embargo, el Banco de España ha tumbado por completo esa perspectiva en un nuevo informe en el que deja claro que en la mayoría de las actividades económicas del país se habría producido «una traslación muy elevada, prácticamente completa» del aumento de esos costes unitarios (el gasto que asume una empresa por cada unidad producida o vendida) a sus precios de venta. Eso sí, la traslación varía de forma notable entre los distintos sectores, con algunos como energía y hostelería y restauración destacando por ser mucho más contundentes que el resto a la hora de elevar sus precios al cliente.

Por ejemplo, los hosteleros sufrieron en 2022 una subida de sus costes de producción unitarios del 5,9% respecto al año anterior. En el mismo periodo, sus precios de venta subieron con mucha más fuerza, un 9,3%. Todo en un segmento que en este nuevo ejercicio también ha aprovechado la fuerte recuperación del turismo para mantener, o incluso subir, sus precios.

Así lo reflejan datos como el coste por alojarse en un hotel que, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), costó un 25% más en julio que en 2019, año que marcó récord para el sector. De media, 128,8 euros la habitación, también un 6% por encima de los 121 euros de 2022. Los hosteleros llevan tiempo justificando esa subida de precios por el alza de sus costes. Pero los datos del Banco de España evidencian que la traslación al cliente ha sido más que suficiente para compensarlo. Lo mismo ocurre con las empresas de energía eléctrica o gas, que en 2022 hicieron frente a un incremento de sus costes de casi el 57%. Sus precios de ventas finales se encarecieron en un 89%.

Según el Banco de España, construcción e inmobiliario también trasladaron el alza de costes de forma contundente. Sin embargo, hay sectores en los que ha ocurrido todo lo contrario. Y para sorpresa de los consumidores, uno de los más destacados es el de alimentación. A pesar de que la inflación de los alimentos sigue escalando con fuerza —al 10,8% en julio— el segmento de Alimentos y Textil limitó la subida de precios al 14,6% en 2022, por debajo del alza del 16,6% de sus costes unitarios. Es decir, la subida de precios no compensó del todo los mayores gastos de producción que asumieron estas compañías. Del mismo modo, agricultura y ganadería también elevaron un 23,8% los precios de venta al cliente. Un porcentaje inferior al 25,6% que se incrementaron sus costes de producción unitarios.

Además de este sector, el Banco de España también llama la atención sobre las cifras de las compañías de transporte y almacenamiento. A pesar de que se trata de empresas con relevantes gastos energéticos, sus costes unitarios se redujeron el pasado año respecto al anterior.

«Esto puede explicarse, al menos en parte, porque en muchas de las empresas que se dedican al transporte en 2022, una vez eliminadas las restricciones a la movilidad, se experimentó un incremento extraordinario de su actividad, dando lugar a una reducción de los costes fijos unitarios que les habría permitido absorber el aumento de los costes de la energía que se produjo en este periodo», indica el supervisor.

Según refleja el informe, el aumento de los precios no ha implicado necesariamente una mejora en los ingresos de las empresas, pues las ventas han caído precisamente por la menor demanda de unas familias que no han podido asumir esa subida de los productos. De hecho, el propio Banco de España advertía en un reciente informe que uno de cada diez hogares españoles ni siquiera son capaces de cubrir los gastos esenciales del día a día (facturas, internet, la cesta de la compra, etc.) con sus ingresos.

Las empresas no estarían trasladando ese menor volumen de ventas al empleo o a los salarios de los trabajadores, lo que estaría mermando su productividad. «Como el aumento de los precios genera una caída de la producción con el mismo empleo, se produce un descenso de la productividad del trabajo», advierte el supervisor.