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El conflicto en Israel pone a prueba de nuevo la economía europea

El vetusto continente se ve de nuevo sitiado por su dependencia energética y comercial con socios cada vez más problemáticos

Imagen de televisión de Ursula Von der Leyen en la sala del Parlamento Europeo. OLIVER HOSLET

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León

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El estado de sitio al que se ha visto expuesta la Unión Europea desde hace año y medio, con la invasión rusa de Ucrania, vuelve a tensar la economía de los 27 como ningún otro factor antes lo había hecho, una vez descontada la pandemia global que afectó a todo el mundo. El vetusto continente, con sus contradicciones e intereses internos, se está percatando de que aún no lo tiene todo ganado tras el batacazo de la inflación por una guerra cuyos límites eran los de algunos de sus países. Ahora, otro conflicto como el que enfrenta a Israel y Hamás, más lejano a los confines de la Unión, también eleva los riesgos de que Europa sea el territorio más perjudicado por la escalada que afecta a todo Oriente Próximo.

El origen de todos los males es el mismo que en el caso de Ucrania: la dependencia energética; la necesidad de aligerar los flujos comerciales; y las relaciones que mantiene el club comunitario con unos socios donde el estallido de conflictos geopolíticos está a la orden del día. «No ha pasado nada porque no ha habido interrupción de suministro y apenas unos sobresaltos en los mercados», explica Gonzalo Escribano, del Real Instituto Elcano. Pero avisa: «La onda geopolítica es tan grande que nos llegará por lejos que estemos».

El mejor termómetro para comprobar el impacto de lo que puede ser el conflicto en el entorno de Gaza es el petróleo. Su precio se ha incrementado más de un 10% desde que comenzó esta guerra. Entre los países del Golfo Pérsico (Arabia Saudí, Omán, Irán, Kuwait, Irak y Emiratos Árabes) generan un tercio de la producción mundial de crudo. La cifra no es baladí. Y son conscientes de la influencia que tienen en los precios, que ya miran hacia los 100 dólares por barril de Brent. Solo un apunte: por cada dólar que suba el petróleo, la economía española tiene que dejarse 300 millones de euros para afrontar este gasto.

Muchos de esos países son los proveedores de toda la economía europea en materia de petróleo y sus derivados. Por ello, Gonzalo Escribano aconseja acelerar el camino que Europa inició con el inicio del conflicto ucraniano para diversificar a sus socios. Poner huevos en diferentes cestas para no verse abocada a un corte de suministro o explosión de precios sin capacidad de movimiento para sus familias y empresas. «Si dependiésemos menos del gas y el petróleo y hubiésemos avanzado antes en renovables y en haber tenido un portfolio más diversificado de suministradores energéticos, y no solo de países tan complicados con problemas de gobernanza o que dependen de la estabilidad geopolítica de una zona, pues no tendríamos este problema» ahora mismo.

Los europeos aprendieron la lección tras los movimientos del presidente ruso, Vladimir Putin, desde finales de 2021, aunque el cambio de rumbo no ha sido completo. En el caso de España, por ejemplo, Estados Unidos se ha situado como uno de los primeros proveedores de gas natural, a través de los buques metaneros que los transportan. Si algo tuvo de positivo la crisis de Ucrania es que la Unión Europea ha ido tomando medidas para paliar las consecuencias. Las reservas de gas en Europa se encuentran llenas al 98%, lo que permite afrontar esta crisis y el invierno con relativa tranquilidad. Aunque también apunta que «la seguridad de suministro continúa siendo frágil y esto se refleja en la volatilidad de los precios del gas.

Más inflación

El problema de la ecuación ‘conflicto árabe más tensiones energéticas’ para Europa se denomina inflación. Cuando parecía estar más controlada que en los últimos meses, la tasa de precios puede sufrir nuevos repuntes en este último tramo del año. Todo dependerá, en buena medida, de la evolución de los precios de los combustibles. Hasta ahora no han dado síntomas de inestabilidad a pesar del repunte del petróleo. Fuentes del sector indican que los precios siguen contenidos porque el consumo de gasolina ha bajado tras un verano repleto de movimientos. Y donde sí podría haber más inflación sería en el diésel, cuya demanda comenzará a aumentar en pocos días por la caída de las temperaturas de cara al otoño y el invierno, como ocurre habitualmente.

Las estimaciones del Banco de España anticipan un fin de año con una inflación media en el entorno del 4%. Nada que ver con el 8,4% del año pasado, pero aún lejos del objetivo de estabilidad del 2% marcado por Fráncfort.