Diario de León

Talgo espera ahora la ayuda del Gobierno tras vetar la opa húngara

La compañía avanza un ‘plan B’, Magyar Vagon van a la batalla legal y los analistas aguardan

Óscar Puente comparece ante la Comisión de Transporte del Congreso el jueves. FERNANDO ALVARADO

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Lucas Irigoyen
Madrid

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España solo cuenta con una empresa fabricante de trenes de alta velocidad, Talgo. Unas siglas construidas con apellidos vascos —Goicoechea y Oriol—que forman parte del paisaje ferroviario nacional y se han enraizado en el imaginario de generaciones. La compañía llevaba años retrasando inversiones en instalaciones y activos, lo que los gestores llaman ‘capex’, por una sencilla razón: su socio principal, el fondo Trilantic, llevaba también años buscando un comprador para su 40%. Y en esa posición no se realizan inversiones, sino que se recogen dividendos. Mientras tanto, la tecnología de Talgo seguía convenciendo al mercado y logrando contratos, pero estos han terminado por ahogar a la empresa con una cartera de pedidos de más de 4.000 millones.

La apuesta de la compañía, de sus directivos y de sus principales accionistas —los ingleses de Trilantic, los Oriol y Juan Abelló— era unánime: Magyar Vagon, un consorcio húngaro que vino de la mano de Javier Bañón, el hombre de Trilantic en el consejo de Talgo. Tras dos años de conversaciones, las suaves formas de András Tombor, que ya ha habían seducido a los franceses en Veolia, habían convencido también en la factoría de Talgo en la localidad alavesa de Rivabellosa. Atraían las ocho fábricas de Magyar en Hungría y la apertura al mercado de Europa del Este, con importantes inversiones en la red ferroviaria. Eso, sin olvidar lo más importante: una buena dote de 5 euros por acción que ofrecía a los dueños de Talgo. Una ganancia del 41% sobre el valor del título antes de que se filtrara la operación en noviembre de 2023.

Pero el Gobierno de España siempre ha visto en Tombor más al exasesor del presidente de Hungría, Viktor Orbán, que al empresario londinense y europeo. El jefe de la oficina Económica de Moncloa, Manuel de la Rocha, llegó a exclamar: «Esa operación no saldrá; por encima de mi cadáver».

«¿Cómo va el Gobierno a desbaratar una operación con una compañía de la Unión Europea que cuenta con el respaldo de una empresa española?». «¿Qué mensaje será ese para los inversores internacionales?». Eran frases que han estado volando en conversaciones estos meses entre los despachos de Budapest, Las Matas, Garrigues, Citi o Lazard.

Lo que el Ejecutivo no logró con CAF, Stadler, CriteriaCaixa o Skoda, tratando de presentar una opa alternativa, sí lo allanó el jefe de Gobierno de Hungría, Viktor Orbán, en solo 15 días. En las dos primeras semanas de su presidencia de turno de la UE se reunió con el presidente ruso, Vladímir Putin (el 5 de julio) y con el máximo mandatario chino, Xi Jinping (8 de julio). Y para cerrar la ronda con el club de los ‘amigos’ de Europa, el 12 de julio con el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump. El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, pidió explicaciones y la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, suspendió la visita del colegio de comisarios a Hungría.

En lo político Moncloa había encontrado argumentos para responder a todas esas frases de los asesores de la operación. Europa ponía pie en pared con Orbán. ¿Por qué no iba a hacerlo el Gobierno de España? El 26 de julio había prolongado tres meses el plazo para resolver la autorización a la opa que le había solicitado Magyar Vagon. Todo parecía encaminado a extender y alargar plazos para construir la alternativa. Pero en las tres primeras semanas de agosto todo se aceleró.

La ferroviaria, en el precipicio

Mientras el ministro de Transportes, Óscar Puente, señalaba los errores de los nuevos trenes Avril de Talgo —contabilizó medio millar de incidencias—, se organizó un viaje relámpago a Budapest para visitar una de las fábricas de Magyar Vagon el 15 y 16 de agosto. Luego, el lunes pasado, día 26, se convocó de urgencia la Junta de Inversiones Exteriores (Jinvex) y al día siguiente, el Consejo de Ministros vetó la operación. Los motivos no han sido industriales, sino de «seguridad nacional» en función de un informe «clasificado» del CNI que apunta conexiones con Rusia.

Los húngaros acusan a Moncloa de vulnerar la ley e inician una batalla legal empezando por el Tribunal Supremo para anular el veto y reclamar daños económicos. Señalan que «no existen razones fundamentadas para la oposición».

Y Talgo cerca del precipicio, con una facturación en récord y beneficios crecientes pero amenazada por los pedidos. Busca alternativas para reforzar su capacidad de fabricación con acuerdos con otras empresas para subcontratar sus plantas. La propia Magyar Vagon o el ‘caballo blanco’ del Gobierno, la checa Skoda.

¿Y el Ejecutivo? ¿Ha dicho su última palabra? ¿Es capaz de condenar a Talgo con una decisión sin tener alternativa? Son preguntas que conocedores de la operación señalan haciendo referencia a la capacidad de Pedro Sánchez para dar la vuelta a la tortilla. Pero la inyección de dinero público o la entrada con la Sepi ¿será suficiente? ¿Es viable? ¿Cómo se articulará? Ese es el movimiento que ahora todos esperan a conocer.

Él solo, sin ayuda de nadie más

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