Las camareras de hotel exigen en el Congreso reducir la carga de trabajo
En España hay 150.000 empleadas con un sueldo de 1.200 euros
El cronómetro se pone en marcha a las 7.30 horas. Como si de una competición deportiva se tratara, las camareras de piso en hoteles van contrarreloj. Durante una hora se encargan de limpiar las zonas comunes, como la recepción, las escaleras, los baños. A las 8.30 toca desayunar en 15 minutos. Luego tienen que acudir a la oficina de la «gobernanta», que les da el «plan de trabajo». Unas 20 habitaciones de media para cada una, que tienen que estar listas antes de terminar su jornada de trabajo, a las 15:30. El pistoletazo suena a las 9:30. «Vamos sin parar y a un ritmo que no puedes ir al baño. No queremos perder ni un segundo. Algunas no beben agua para no hacer pipí porque todo lleva tiempo. Hay un estrés terrible», relata Isabel Melgar, que empezó en este oficio hace cuatro décadas, cuando tenía 23 años, y ahora participa en la Plataforma Las Grandes Olvidadas, que reivindica mejoras en sus condiciones de trabajo. «Hay que hacer la terraza, las camas, limpiar el polvo, el suelo y el baño. La empresa estipula 15 minutos para todo, pero si es cambio de sábanas echas más tiempo. Hay clientes súperlimpios y ordenados y ganas tiempo, pero en otras, te pierdes y llevas retraso», explica.
En España hay entre 100.000 y 150.000 camareras de piso, «lo que supone un tercio de las plantillas de los hoteles» en 2023, calcula la Plataforma por las Camareras de Piso y Limpiadoras. Con un sueldo de unos 1.200 euros netos al mes de media —aunque el primer sueldo roza el mínimo—, el esfuerzo continuo trae consigo el desgaste del cuerpo y la mente, asegura Carmen Toro, portavoz de la plataforma que el martes 12 de este mes entrará al Congreso para reunirse con cuatro comisiones (Turismo, Igualdad, Servicios Sociales y Trabajo) para exponer su situación y sus necesidades. Entre los riesgos profesionales están las lesiones del túnel carpiano, el manguito rotador o las lumbares, bursitis y otras más difíciles de detectar, como ansiedad y agonía. «Yo, con 63 años, no estoy físicamente como cuando tenía 40. En este trabajo no se jubila ni un dos por ciento de las que lo hacemos», mantiene Melgar. La mayoría, advierte la plataforma, se jubila antes con una pensión reducida que apenas llega, en el mejor de los casos, a unos 600 euros mensuales.
Las reivindicaciones de las mujeres dedicadas al oficio de limpiar y ordenar las áreas de los hoteles comienzan con una reducción de la carga de trabajo y el reconocimiento de sus dolencias como enfermedades laborales. «Debe entrar en el catálogo de profesiones de riesgo, y el Gobierno tiene que reconocerlo a nivel del Estado para poder lograr la jubilación anticipada», señala Francisca Gago, portavoz de Las Grandes Olvidadas y miembro de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales Sol Rural. «En las mutuas achacan la mayoría de enfermedades a la doble jornada de una mujer: ama de casa y trabajadora profesional. Pero en temporada alta, cuando meten a varias personas en cada habitación, se pueden hacer 60 camas al día. Las últimas 20 llorando», se lamenta. Si no cumplen la cuota diaria, «viene la sanción», afirma Melgar. «Primero te machacan psicológicamente. Te dicen que eres lenta, que tienes que cambiar de actitud. Luego te suspenden de sueldo y trabajo. O te echan. Puedes ir a juicio y ganarlo, pero cuando te reincorporas hay mal rollo», asegura.
Enfermedad profesional
Con un perfil de mujer de unos 45 años promedio, con estudios primarios, muchas cabezas de familia monomarental, las camareras de piso tienen que estar tomando medicación para que se les calme el dolor y la inflamación de la artrosis, la artritis o la fibromialgia, aparte de los antidepresivos y los ansiolíticos. «Es una situación de riesgo de todo tipo, en un sistema depredador», mantiene Gago. «Son sacrificadas en la economía turística que tenemos», concluye.
En su comparecencia en el Congreso acudirán representantes de una treintena de asociaciones con unas 600 camareras en el «grupo de Whatsapp», pero no irán las más conocidas, las ‘Kellys’, que prefieren no involucrarse con organizaciones relacionadas con los sindicatos tradicionales. «Esto es un problema que hay que solucionar, porque estas mujeres tienen una edad cada vez mayor y ellas no quieren que, con estas condiciones laborales, sus hijas trabajen en lo mismo que ellas. Eso amenaza de muerte a la industria del turismo», sentencia Gago. Con 31 años de camarera de piso en hoteles, Carmen Toro, ahora de 52, resume la situación así: «No pensé que mi salud la iba a dejar en el camino. Tomas una medicación que te hace dependiente porque de lo contrario no puedes trabajar. Sufrimos una violencia institucional que no le pongo ni nombre.