Los expertos exigen hacer un análisis de las infraestructuras existentes
El cambio climático obliga a repensar grandes construcciones y edificios
Hay que reforzarlas con materiales innovadores frente a temperaturas extremas y riadas
La ciudad de Valencia se salvó de las peores consecuencias de la dana por el desvío del río Turia, una obra faraónica y muy criticada en su momento que se llevó a cabo entre 1965 y 1969 en respuesta precisamente a la gran riada de 1957 en la que perdieron la vida 81 personas según los registros oficiales. Una tragedia que queda lejos pero que ha venido a la memoria de los valencianos por el episodio reciente, sobre todo ahora que los expertos vaticinan que el cambio climático conllevará más desbordamientos y problemas de este tipo.
"El sur de España seguirá siendo escenario de más fenómenos como este en el futuro, a medida que se vayan produciendo fenómenos meteorológicos extremos en todo el mundo", destaca Roop Singh, director de Asuntos Urbanos y Atribución del Centro Climático de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.
Según datos de Naciones Unidas, España es uno de los países europeos con mayor vulnerabilidad a los efectos del calentamiento global. En las próximas décadas -advierte el organismo liderado por Antonio Guterres-, los cambios en el patrón de precipitaciones, el aumento de las temperaturas y la frecuencia de las olas de calor se acentuará. Aunque estos efectos ya son perceptibles para la población.
Las fuertes lluvias acontecidas en el este peninsular "estaban dopadas por el cambio climático", revelaron los científicos del World Weather Attribution (WWA) e investigadores de ClimaMeter, proyecto de investigación financiado por la Unión Europea y el Centro Nacional de Investigación Científica francés (CNRS). La dana, que ha provocado más de 220 fallecidos, fue un 15% más húmeda y más feroz que las anteriores debido a que el Mediterráneo está 4 grados por encima de la media, "lo que favorece la formación de tormentas sobre esta cuenca durante estos eventos", aclaran.
No solo preocupan las lluvias, también el aumento de temperaturas. Entre 1975 y 2023, la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ha registrado 72 olas de calor. Hace décadas lo habitual es que hubiera una o dos olas de calor al año (con la excepción de 1994). Incluso había años en los que no se registraban olas de calor.
A nivel económico es difícil cuantificar cuál debería ser la inversión, pero desde Seopan (patronal de las constructoras) han elaborado varios informes previos a la DANA en los que se cifraba en 85.400 millones de euros las infraestructuras de movilidad planificadas pendientes de ejecutar, otros 38.000 millones para un plan de infraestructuras hidráulicas en España -lo que supondría triplicar la licitación pública en materia de agua de las administraciones públicas hasta 2027, según los datos de Sener/Seopan-, y alrededor de 1.500 millones más para dotar de sistemas de alcantarillado y saneamiento a casi 900.000 viviendas que carecen de estas infraestructuras en España.
"En España necesitamos infraestructuras regenerativas, es decir, infraestructuras que compensen los efectos del cambio climático, que sean sostenibles y adaptadas a los nuevos y exigentes requisitos taxonómicos. tecnológicos y regulatorios", explican desde Seopan.
Para María José Peñalver, decana del Colegio Oficial de Arquitectos de Murcia, lo más importante en este momento es hacer un análisis riguroso de las infraestructuras existentes y activar planes de mantenimiento porque "ha quedado claro que muchas no estaban preparadas para el ímpetu del agua". "El cambio climático es innegable y todas las medidas encaminadas a captar agua, bajar temperaturas y extender las zonas de sombra van a ser imprescindibles", explica Peñalver, que considera imprescindible "prepararse y educar sobre ello en los colegios para que las nuevas generaciones lo tengan mucho más presente".
Las claves arquitectónicas
La experta considera que no solo se tienen que adaptar los edificios, sino las zonas urbanas. Cada vez hay más suelo urbanizado, lo que obliga a ir revisando los cauces de los ríos porque en caso de riada el agua coge más velocidad en suelos impermeables que si cayera por el campo. Por ello, la arquitecta aboga por reconvertir más zonas en áreas permeables, con vegetación y pavimentos drenantes. Además, a nivel de edificación, se debería estudiar si las plantas bajas de los edificios se pueden construir por encima del nivel de la acera, sobre todo a la hora de rehabilitar viviendas ya afectadas por una inundación. Otras soluciones aportadas por Peñalver son las cubiertas de las azoteas vegetadas, como una forma de retener el agua y poder reutilizarla y poner más vegetación en espacios públicos con ese objetivo de retener agua muy valiosa en épocas de sequía y bajar las temperaturas.
Barrera elevable contra inundaciones Los edificios construidos en parcelas inundables pueden sufrir daños por el impacto de los coches arrastrados por las lluvias, del mobiliario urbano o árboles caídos. En España, según cálculos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, viven cerca de tres millones de personas en tierras con riesgo de inundación.
"Las zonas ribereñas a cursos de agua han resultado ser siempre una zona apetecible para desarrollos urbanísticos porque presentaban ventajas comparativas frente a otros espacios", apunta José María Santafé, miembro del Grupo de Agua del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos. "No se ha tenido en cuenta los aspectos hidrológicos en los diseños urbanos", destaca. Aunque en algunos puntos sí se siguen las pautas marcadas por el departamento de Teresa Ribera para construir en zonas inundables. Es el caso de las edificaciones junto al río Arga, en Pamplona, donde se instalaron barreras metálicas hidráulicas automatizadas e integradas en el pavimento. Estas barreras suben automáticamente en caso de fuertes lluvias.
El arquitecto encargado del proyecto, Ramón Garitano, explica que este edificio se terminó de construir en 2011 y desde entonces ya han sufrido tres inundaciones, lo que demuestra la idoneidad de este proyecto. Garitano indica que las compuestas se elevan cuando hay alerta del ayuntamiento y que no fue la única medida que tomaron, sino que elevaron la planta baja sobre el nivel del suelo y colocaron los trasteros en la cubierta.
Acero y neopreno
Un caso similar es el del barrio de Behobia, en Irún (Guipúzcoa) donde el río Bidasoa provocaba inundaciones en las calles en algunas ocasiones. El ayuntamiento decidió instalar un sistema de protección frente a las crecidas consistente en unos marcos en 19 puntos estratégicos que cuando se activa la alerta despliegan unas barreras de acero rodeado con una funda de neopreno que forma un sello estanco al agua al expandirse.
El funcionamiento ha sido tan exitoso que el ayuntamiento de Irún ha comenzado las obras para extender el sistema a otra zona de la ciudad, al barrio de Santiago, donde en los últimos tres años las mareas han causado algunos desbordamientos.
Infraestructuras verdes
Otros municipios han optado por buscar las soluciones en la naturaleza, lo que muchos arquitectos y paisajistas han bautizado como reverdecer las ciudades. A principios de los 2000, Países Bajos devolvió metros cuadrados al río Rin bajo el programa 'Room for the River' para evitar las inundaciones. Con la intervención en la llanura natural de inundación, los ramales de esta gran vía fluvial en Europa son capaces de evacuar hasta 16.000 metros cúbicos de agua por segundo sin sufrir inundaciones. Algo similar se llevó a cabo en Zaragoza con el parque del agua que sirve de espacio de desbordamiento y de filtrado natural del Ebro para amortiguar su entrada en la capital aragonesa.
En otros puntos de la Península han optado por el desarrollo de parques inundables como Alicante o el desarrollo de estanques de tormentas para acumular el agua procedente de las fuertes lluvias. "Si conseguimos planificar el territorio para que sea más verde, menos impermeable y más fresco, ayudará enormemente a preservar las infraestructuras de los eventos extremos", responde Virginia Vidal, directora de Transportes de Aecom en España.
Subida del mar
En España, no solo preocupa el agua caída del cielo. Naciones Unidas recuerda que los más de 8.000 kilómetros de costa que tiene el país son una vulnerabilidad más. Imperceptible al ojo humano, el Mediterráneo asciende 2,8 milímetros al año, o lo que es lo mismo 2,8 centímetros por década.
En los últimos años, el Mediterráneo ha demostrado su virulencia con olas gigantescas con el paso de Gloria, Filomena, Efrain o Isaac, entre otros. El embate de las olas mediterráneas se ha llevado por delante paseos marítimos, chiringuitos y hamacas en los últimos años. Ahora amenaza a la primera vía férrea de España.
La R1 de Rodalies de Cataluña entre Molins de Rei y Massanes, heredera de la histórica Barcelona-Mataró, recorre el litoral del Maresme catalán como una especie de frontera que frena el paso del Mediterráneo a las poblaciones catalanas. Desde hace varios años, las olas feroces ya no besan, como diría Serrat, estas aldeas, sino que se tragan metros y metros cúbicos de arena que en algunos pasos dejan suspendidas en el aire los travesaños de las vías. "El agua tiene varios efectos sobre todos los elementos de las infraestructuras. Por un lado, tienen un poder corrosivo, lo que afecta los elementos estructurales como soportes y cimentaciones. Por otro lado, tienen la fuerza de desplazar materiales, debilitando en numerosas ocasiones los soportes de base", destaca Vidal.
En la última década, el ministerio liderado por Teresa Ribera ha invertido 132,28 millones de euros, siendo Málaga y Cádiz las que más dinero han recibido para adecuar sus playas. El mayor número de aportación de arena se realiza en la costa mediterránea que recibe casi el 70% de los 18 millones de metros cúbicos de arena en el periodo 2010-2023, según datos del Miteco.
Pero la atención no solo se la llevan las playas y los rompeolas. El cambio climático es ya la segunda prioridad medioambiental en los puertos, según se recoge en el V Informe Ambiental, presentado por la Organización Europea de Puertos Marítimos (ESPO). Ante esto, el 65% de las terminales europeas han tenido en cuenta el cambio climático al elaborar sus nuevos proyectos de infraestructura. " Las infraestructuras diseñadas en los últimos años se han venido adaptando al cambio climático, si bien hasta hace muy poco y como consecuencia de la ley de Cambio Climático, las metodologías no contemplaban información o herramientas con las que disponemos hoy en día", apunta César Asensio, director de Medio Ambiente y Sostenibilidad de Aecom en España.
Más calor, otro problema
Las precipitaciones no son la única preocupación de los ingenieros y arquitectos, las altas temperaturas también aparecen en su lista de temores. "2024 será el año más caluroso desde que hay registros", afirmó a principios de mes el departamento de cambio climático de Copernicus. Y España no será un caso aislado. Las olas de calor son más frecuentes y las temperaturas máximas van subiendo décima a décima y ya llegan en algunos lugares superan los 45 grados.
"Quien dice adaptación al cambio climático, dice también adaptación a eventos extremos para asegurar la resiliencia de las infraestructuras: cambios de temperatura, precipitaciones anormales u otros fenómenos cuya frecuencia es y será cada vez mayor. Existen numerosas soluciones que se pueden aplicar a las infraestructuras sin que ello suponga un desembolso", señala la directora de Transportes de Aecom en España.